Cuando somos niños, creemos que podemos hacer cualquier cosa. Estamos orgullosos de nosotros mismos y conectados con nuestra esencia. Pero, en algún punto de nuestra vida, comenzamos a perder ese aprecio y amor propio. Comenzamos a exigirnos perfección e imponernos niveles irreales de presión sobre nosotros mismos.
Este es uno de los mayores desafíos que experimentamos en nuestro trabajo espiritual, dado que se relaciona con todas las áreas de nuestra vida. He aquí tres razones para dejar de ser tan perfectos todo el tiempo:
1. Eres inherentemente un ser poderoso. Tu alma contiene la esencia del Creador, lo cual significa que eres innatamente una fuerza poderosa que trasciende cualquier cosa que puedas imaginar; incluso en este instante, tal y como eres en este momento. Toda la sabiduría espiritual, los maestros, el estudio y las oraciones no tienen el propósito de darnos algo que no poseamos ya en lo profundo de nuestro ser. El trabajo espiritual que hacemos es para ayudarnos a conectar con nuestra alma y el potencial ilimitado que hay en nuestro interior.
Recuerda momentos en tu vida en los que te sentiste verdaderamente completo y conectado con tu ser. Estás destinado a mantenerte en ese estado todo el tiempo. Para muchos de nosotros es difícil creer que somos superpoderosos, pero, a menos que lo sepamos y lo aceptemos como una verdad, no podremos experimentarlo. Acepta tu grandeza y dedica tiempo a meditar en esta realidad.
2. Los errores no disminuyen tu grandeza. Debido a que nuestras almas son chispas hermosas y poderosas del Creador, no hay nada que pueda cambiar ese aspecto de nosotros. Nuestros errores y fracasos no disminuyen quiénes somos en nuestra esencia; todo lo que hacen es ocultarlo.
Considera el ejemplo de una lámpara. Puedes cubrirla con un velo y la luz brillará más tenue. Cuantos más velos la cubra, más tenue brillará la luz. Llegará el momento en que ni siquiera se pueda ver su luz, pero eso no significa que la bombilla esté brillando menos. Lo mismo ocurre con nuestra esencia. No hay nada que pueda llegar a extinguir la Luz de nuestras almas. Nuestro trabajo espiritual es para ayudarnos paulatinamente a quitar las capas que hemos acumulado con el transcurso de los años a fin de que nuestra Luz innata pueda revelarse.
Recuerda: sigues siendo un ser hermoso y poderoso aun si tropiezas. No permitas que tus errores cubran el brillo que hay en ti.
3. Estás hecho para tener imperfecciones. Todos somos una hermosa paradoja, una mezcla de Luz y oscuridad simultáneamente, pero nos cuesta aceptar que ambos aspectos puedan coincidir en nosotros. Solemos pensar que no podemos ser “buenas personas” si hacemos algo mal. Tan pronto como cometemos un error, creemos que eso es todo lo que somos. Nos sujetamos a un nivel imposible de perfección y comenzamos a cambiar la forma en que nos vemos a nosotros mismos.
Esto también afecta la forma en que vemos a los demás. Catalogamos a los demás en nuestra mente como “buenos” o “malos” basándonos en cómo percibimos su comportamiento, cuando, en realidad, ellos también son una mezcla de Luz y oscuridad.
No estamos hechos para mantenernos en un estado de perfección sino, más bien, en este estado dual. Si fuésemos perfectos todo el tiempo, no habría crecimiento, espacio para crecer ni necesidad de trabajo espiritual. Lo que cada persona está destinada a hacer en este mundo es único para su ser y nuestros defectos son una parte importante de ello.
Acepta que tienes defectos y que estás en medio de un proceso de crecimiento.
Es tentador querer ser perfectos constantemente. Queremos ser los mejores padres, los mejores amigos, los mejores estudiantes, los mejores en nuestra profesión y la lista continúa. Pero ser perfeccionistas limita nuestro crecimiento. ¡Sé imperfecto! Prueba todo, ve más allá de lo que crees posible, ayuda a los demás de maneras que sean incómodas. En lugar de esforzarte en ser perfecto, esfuérzate en crecer de formas nuevas e interesantes.