Adaptado del podcast de Mónica y Michael Berg Spiritual Hungry. Escucha y suscríbete aquí here.
Todos hemos escuchado la vieja frase: “A palabras necias, oídos sordos”. Si bien la idea detrás de la frase es buena, las palabras en realidad tienen un increíble poder espiritual y es fácil subestimar el papel que desempeñan en nuestra vida.
Haya sido el ardor de un comentario insensible o el peso aplastante de una crítica brutal, la mayoría de nosotros ha sentido el efecto de una palabra negativa. Pero no son solo los demás quienes pueden lastimarnos con sus palabras, nosotros también podemos ser igual de dañinos con nosotros mismos.
He aquí tres maneras en las que nuestras palabras negativas tienen el poder de herirnos:
1. Las palabras negativas hacen más difícil ser feliz. Nuestra experiencia de la vida verdaderamente depende de nosotros. Cuando vemos lo bueno que existe en los demás y en cada situación, podemos experimentar lo bueno. Por otro lado, si elegimos ver lo negativo, nuestra experiencia será negativa. Por ejemplo, ¿alguna vez has querido desahogarte sobre alguien, pero te diste cuenta de que te estabas enojando y frustrando más a medida que contabas la situación? Incluso quejarnos de alguien puede crear una energía negativa a nuestro alrededor como una nube oscura. Cuanto más nos concentremos en lo negativo, más alimentaremos esta nube oscura y haremos prácticamente imposible ver la positividad que existe en nuestro entorno.
Sin embargo, cuando hablamos palabras de positividad, creamos energía positiva. Esta energía positiva nos permite atraer bendiciones y plenitud a nuestra vida. Tenemos el poder de usar nuestras palabras para bien.
2. Cuando hablas mal de los demás, esto dice mucho de ti. Todos hemos conocido a personas que chismean o permanentemente hablan mal de los demás. Es importante reconocer estos momentos. La manera en la que alguien te habla de otras personas es la manera en la que hablará con los demás sobre ti.
La forma en la que nos expresamos de los demás dice mucho más de nosotros. Todo lo que nos molesta de otras personas es, de cierta manera, un reflejo de nosotros mismos. Cuando alguien nos irrita, en lugar de hablar mal de esa persona, tenemos la oportunidad de preguntarnos: ¿Por qué esto me afecta? ¿Por qué esta persona está en mi vida? ¿Cómo esto es una oportunidad para que yo crezca? Siempre hay una lección oculta por aprender.
3. Lo que tú opinas sobre ti mismo importa más de lo que crees.
No solo hablamos mal de otras personas, muchas veces la persona con quien somos más duros es con nosotros mismos. Ya sea mediante habla maliciosa o pensamientos negativos, las palabras que usamos para describirnos pueden tener un efecto devastador en nuestro bienestar.
Es natural cuestionarnos o evaluarnos en ciertos momentos, y eso puede ser un paso importante en nuestro crecimiento espiritual. Pero muy a menudo nos hacemos sentir mal y cuestionamos nuestro propio valor con palabras como: No puedo hacer nada bien, nunca seré suficientemente bueno, soy feo, no tengo talento, nadie me va a querer. Estos pensamientos negativos pueden atormentarnos y, cuanta más energía les demos, más fuertes se volverán.
Cuando comenzamos a creer estas palabras negativas sobre nosotros mismos, nos rendimos ante la idea de que podemos crecer y cambiar. Cuando no creemos profundamente que podemos cambiar nuestra propia realidad, también nos volvemos pesimistas con relación al mundo; esto hace que el cambio global parezca imposible.
No es fácil combatir a nuestro crítico interno, pero podemos fortalecernos con afirmaciones positivas; incluso si en un principio no las creemos. Súbele el volumen a lo positivo hasta que no logres escuchar lo negativo. Es un proceso que implica paciencia, aceptación y mucha práctica, pero, en definitiva, nos hará más felices y plenos.
Vivimos en una época en la que difundir nuestras palabras es más fácil que nunca. Con presionar un botón, nuestros pensamientos pueden alcanzar a cientos de miles de personas, o quizá a millones. Es fácil tomar este poder por sentado. No solo nuestras palabras negativas lastiman a los demás, sino que también nos lastiman a nosotros. Es muy importante que dediquemos tiempo a pensar: ¿Mis palabras provienen del lugar correcto? Cuanto más practiquemos este tipo de pensamiento, más natural será para nosotros.