¿Recuerdas la primera vez que manejaste una bicicleta? ¿Cómo se sintió? ¿Fue emocionante? ¿Liberador? ¿Divertido? Quizá sentiste un sentido de logro por haber continuado aun después de caerte o chocar. Y cuando te acostumbraste probablemente no pudiste esperar a montarte en tu bicicleta y manejarla otra vez. Encontrar una práctica espiritual que vaya con nosotros puede ser igual de emocionante. Queremos sumergirnos en ella. De repente, vemos el mundo de manera distinta, las cosas comienzan a tener sentido, notamos cómo todo está conectado y nos sentimos inspirados a compartir esta nueva conciencia con nuestros amigos y familiares.
Sin embargo, después de un tiempo el camino puede parecer un poco menos emocionante. Nuestra práctica espiritual ya no es novedosa. A veces se siente rutinaria y, bueno, un poco aburrida. Cuando esto ocurre solemos culpar a elementos externos a nuestra vida, como nuestra carrera o relaciones. Cuando caemos en un bajón espiritual, es importante revaluar nuestra vida para que podamos encender de nuevo la pasión que una vez nos guió. Al hacerlo, podríamos darnos cuenta de que nuestro descontento no tiene tanto que ver con lo que ocurre externamente, sino con lo que ocurre internamente.
La buena noticia es que la sabiduría de la Kabbalah ofrece herramientas para ayudarnos a regresar al camino. Comienza por examinar tu trabajo espiritual. ¿Sólo compartes cuando te conviene o es sencillo? ¿Has reducido tu práctica espiritual al mínimo? ¿Qué se ha vuelto una rutina para ti? ¿Ir a los eventos espirituales semanales? Aunque unirse a nuestra comunidad para hacer conexiones es una parte vital de nuestro trabajo espiritual, es necesario ir más allá de nuestras tareas semanales para alcanzar nuestro potencial total.
¿Compartes con entusiasmo o lo sientes como una labor, como otra tarea de la lista de cosas por hacer? Recuerda: el verdadero compartir nos mantiene conectados con la Luz del Creador. Aunque sea molesto, hay que recordar que entre más incómodo sea para nosotros, más Luz revela.
El verdadero trabajo espiritual, aquel que puede reencender nuestra pasión por el compartir, a veces es difícil de hacer. Cuando te resistes a compartir, entonces es ahí cuando sabes que es exactamente lo que debes hacer. “Pero yo comparto con todos todo el tiempo”, podrías pensar. Darle unos cuantos dólares a un indigente o dejar un saco de ropa usada en un refugio desde luego que es compartir, y sin duda vale el esfuerzo. Sin embargo, desde un punto de vista kabbalístico, si no se siente incómodo, no es compartir verdadero.
Cuanto más salgamos de nuestra zona de confort, más Luz traeremos al mundo.
Comprométete a salir de tu camino para ayudar a los demás. Acompaña a un anciano a la tienda, dale clases a tu sobrina dos veces a la semana u organiza en tu comunidad un día de limpieza en una playa o parque local. Ayudar a otras personas sacude nuestra práctica espiritual, siempre que sea un acto fuera de lo que acostumbramos hacer. Tan pronto como un acto de compartir se vuelva algo normal en tu vida, piensa en una nueva manera de compartir que te lleve más allá de los límites de lo que es habitual. Mantén la frescura y rara vez te encontrarás atascado en un bajón espiritual.