¿De qué color es el vestido: azul y negro o blanco y dorado? Hace algunas semanas atrás, ésta era la pregunta que todos se hacían. El Internet fue arremetido por la imagen de un vestido de coctel aparentemente ordinario pero que dividió en dos campos a las personas: aquéllos que lo veían azul y negro y aquéllos que lo veían blanco y dorado.
Los científicos intervinieron explicando el fino mecanismo de la vista que era responsable por tales discrepancias. Como resultado, este corto frenesí de las redes sociales nos enseñó una lección muy importante acerca de la visión espiritual.
Lo que vemos y lo que de hecho está delante de nosotros no siempre es lo mismo. Los neurólogos explican que el color que vemos cuando observamos el vestido tiene muy poco que ver con el trabajo interno del ojo y más con cómo interpreta el cerebro la información que se presenta delante de él. Las neuronas en nuestro cerebro leen las señales que golpean la retina y las interpretan con base en la luz de nuestro alrededor y nuestras tendencias individuales. Los colores que vemos son diferentes porque nosotros somos diferentes. Aunque los diseñadores del vestido insisten en que es azul y negro, muchos de nosotros lo continuamos viendo blanco y dorado.
También en la vida, lo que vemos varía de persona a persona. Nuestras experiencias pasadas combinadas con nuestro ego generan nuestra interpretación de la realidad.
Desafortunadamente, nuestro ego se atraviesa frecuentemente, atrayendo nuestra atención hacia la carencia en lugar de hacia la posibilidad, lo que evita que veamos todos los aspectos de la película frente a nosotros. Como resultado, nos enfocamos en qué es “lo que falta” en nuestra vida.
La manera en la que vemos el mundo influye en la manera en la que vivimos e interactuamos con éste. Enfocarnos en la carencia es una potencial caída en espiral que nos puede llevar fuera de curso, y atraer negatividad a nuestra vida. Además, enfocarnos en lo que no tenemos puede comenzar a eclipsar las bendiciones que sí poseemos. Michael Berg dice: “Aunque podemos encontrar al Creador en todas las cosas, la decisión de buscarlo yace en nuestras manos”.
Los kabbalistas enseñan que para poder evitar que nuestro ego manipule nuestro campo de visión deberíamos movernos por la vida como si estuviésemos ciegos. En realidad entendemos muy poco del mundo espiritual, pero al abrirnos a la posibilidad de que pudiéramos estar completamente equivocados acerca de lo que pensamos que vemos, es más probable que notemos el trabajo del Creador y los milagros a nuestro alrededor.
Michael Berg comenta: “Eventualmente, cuando ya no cuestionemos si vemos la mano del Creador o no y cuando reconozcamos que absolutamente todo pensamiento de naturaleza espiritual es una revelación directa del Creador, entonces comenzaremos a elevarnos al nivel de los profetas”.
La vida es como un laberinto de cercas muy altas. Cuando estás en él, es difícil ver dónde se encuentra el verdadero camino. Puede que a veces nos sintamos perdidos o atascados y puede que a veces el camino de salida esté solo a la vuelta de la esquina, pero no podemos verlo porque nuestra visión espiritual es limitada. Nuestra confianza en el Creador nos guía para que encontremos la salida.
Sin importar qué colores veas, el mundo está lleno de bendiciones y de la obra del Creador. Los milagros cruzan nuestro camino todos los días. Al movernos lentamente hacia adelante, con los ojos bien abiertos y la conciencia de que la vista puede engañarnos, es más probable que veamos el espectro completo del excelente trabajo del Creador en el mundo.