Desde el atardecer de hoy hasta el anochecer de mañana, es el aniversario de la muerte de Rav Yitsjak Luria, también conocido como el Arí. Como estudiantes de Kabbalah, aprendemos que el aniversario de muerte de un alma justa es un momento para celebrar y estudiar porque hay un gran regalo disponible para todos en ese día. Al aprender sobre su vida y estudiar sus escritos, podemos conectarnos con la abundancia de la Luz que el Arí reveló durante su tiempo aquí en la Tierra. Para ayudarnos en esta conexión, quiero compartir con ustedes una de mis historias favoritas sobre esta radiante alma.
Se dice que el Arí fue un niño prodigio. Desde muy temprana edad, él comprendía la profundidad del conocimiento espiritual que a muchos les tomó años apenas comenzar a entender. Al llegar a sus treinta, ya había adquirido suficiente conocimiento de Kabbalah como para ser considerado un maestro, aunque no tenía estudiantes. Está escrito que él fue guiado a viajar a Safed, allí tendría su único alumno, Jayim Vital. A diferencia de otros maestros kabbalistas que tenían muchos estudiantes, el Arí sólo estaba destinado a enseñarle a Jayim Vital, y este se encargaría de escribir esas enseñanzas, lo que son actualmente los 18 volúmenes conocidos como Los escritos del Arí, una serie de libros blancos que están en los Centros de Kabbalah hoy en día.
Jayim Vital ya era un sabio estudioso y maestro con bastantes seguidores. No obstante, era perseguido por un sueño en el que le decían que debía ir a Safed, lugar en el que encontraría a su maestro, el Arí. Pensó: “Hay muchos maestros aquí y yo tengo muchos estudiantes. ¿Por qué querría yo dejar mi vida e ir a Safed?”. Aun así, el sueño persistía. Un día, mientras estudiaba el Zóhar, se topó con un párrafo que no entendía y nadie a su alrededor podía aclarárselo. Fue en ese momento en el que decidió que quizá era momento de viajar a Safed y encontrar al kabbalista.
Al llegar a Safed, Jayim Vital entró en una tienda de alimentos y he aquí que encuentra al Arí ayudando a entregarle a la gente manzanas, peras y demás. Jayim Vital se sorprendió y, la verdad, estaba decepcionado. Recorrió un largo camino para encontrar a un maestro kabbalista, no a un asistente de vendedor. Justo cuando decidió irse, el Arí le preguntó: “¿Puedo ayudarte?”. Jayim Vital insiste en que no, pensando que seguro se había equivocado, y pretende regresar a su hogar. Cuando se voltea para marcharse, el Arí le dice: “¿No quieres hacerme una pregunta sobre un pasaje del Zóhar?”. A partir de ese momento, se volvieron inseparables por tres años hasta que el Arí dejó este mundo.
Mi lección sobre esta historia es: las apariencias pueden engañar en este mundo físico. A menudo juzgamos un libro por su portada. Decidimos rápidamente quién es una persona o juzgamos una situación basados en la primera impresión. Esta conciencia es algo que el Arí no sólo conocía, sino que vivía. Los sacrificios que el Arí hizo en su vida para revelar la sabiduría que no vería manifestarse en vida son más de los que se pueden nombrar. Sin embargo, nunca sintió que los dolores por los que pasó fuesen una carga. Sólo le interesaba revelar Luz. No se concentraba en el mundo físico, sino en el espiritual. El Arí no sólo enseñaba el concepto de mente sobre materia, lo vivía.
Los invito a todos a encender una vela esta noche y a meditar para conectarnos con el Arí. Al hacerlo, esta conexión puede ayudarnos a buscar apasionadamente las cosas que importan a nivel espiritual y a dejar de juzgar lo que vemos a nivel físico, para así vivir un nivel elevado de nuestra propia conciencia y revelar la Luz única que estamos destinados a revelar al mundo.