Había una un hombre al que le encantaba contar historias. El compartía historias con todos sus clientes y amigos en la villa donde vivía. Cuando escuchaba acerca de un secreto, un rumor o un incidente que involucraba a otra persona, no dudaba en compartir los detalles y a veces agregaba unos cuantos datos para sazonar la historia un poco más.
Un día escuchó una noticia extraña acerca de una mujer que vendía productos agrícolas en un puesto de frutas. No pudo esperar a compartirla con todo aquél que se encontró ese día. La noticia era simplemente muy jugosa como para quedársela para sí mismo. Pronto, todas las personas en la villa conocían y evitaban a la mujer y a su puesto de frutas. Luego de semanas de ventas en declive, la mujer se dirigió al rabino de la villa en busca de consejo, y éste inmediatamente llamó al “cuenta cuentos” de la aldea a su oficina.
Cuando el hombre escuchó cómo la historia había lastimado a la mujer y a su negocio, se sintió muy avergonzado. “¿Cómo puedo enmendarlo?” preguntó al rabino.
“Tráeme una almohada de plumas”, contestó el rabino. El hombre pensó que era una petición extraña, pero lo hizo de todas formas. Cuando regresó con la almohada, el rabino abrió la ventana y le dijo al hombre que cortara la almohada para abrirla.
“Pero hará un gran desastre”, protestó el hombre.
“Hazlo de todas formas”, respondió el rabino, Así que lo hizo. El rabino observó mientras las plumas de dirigían a todas partes, cubriendo repisas, pegándose a los muebles, flotando fuera de la ventana. Cuando el hombre había lanzado todas las plumas de la almohada, miró al rabino en busca de una explicación.
“Ahora recoge cada una de las plumas y colócalas de nuevo en la funda de la almohada”, dijo el rabino.
El hombre se río incrédulo, “¡Rabino, eso es imposible! Hay muchas y algunas hasta se han ido con el viento. ¡Se han ido para siempre!”.
“Sí”, dijo el rabino, “Lo mimos ocurre con el chisme. Una vez que una historia sale de tu boca, no puedes controlar a dónde se dirige”.
El chisme es el error que más rápido cometemos y el más difícil de corregir. Se sale a veces sin ni siquiera darnos cuenta. Ya sea que lo sepamos o no, tiene el poder de alterar rápidamente la vida de aquellos a nuestro alrededor, generalmente para mal. Los kabbalistas lo llaman: lashón hará, o mala lengua y puede causar mucho daño. Una vez que compartimos información, independientemente de si es verdadera o falsa, ésta adquiere vida propia.
Al igual que el hombre en la historia, puede que pensemos que el chisme no es gran cosa, todo el mundo ama una buena historia, siempre podemos disculparnos, no se hace un daño físico y al final, no hemos robado, engañado o herido a nadie. ¿Verdad?
Estás equivocado. El viejo dicho acerca del chisme como algo entretenido no es verdad.
De hecho, los efectos son mucho más grandes y mucho más difíciles de corregir. “Una de las cosas que hace que lashón hará (mala lengua) sea tan insidioso es que las palabras en sí parecen muy pequeñas y sin importancia”. Dice Michel Berg. “Si bien hacemos nuestro mejor esfuerzo para evitar grandes acciones negativas, a veces nos permitimos pequeños actos negativos”. Algunas acciones negativas parecen tan pequeñas que muy difícilmente nos damos cuenta de que las estamos cometiendo. Considera una ceja alzada, un suspiro exasperado o el chasquido de lengua que realizas en respuesta al nombre de una persona cuando surge en una conversación. Un gesto puede ser igual a mil palabras. Aún así, puede que salgamos de la situación sintiendo que no hemos hecho nada malo. Después de todo, no dijimos nada.
De acuerdo con el Zóhar, lashón hará es la peor forma de oscuridad. ¿Por qué? Michael Berg explica que: “Cuando utilizamos lashón hará, o discurso negativo, mala lengua, nos reconectamos con el poder de la serpiente y creamos una cáscara de negatividad alrededor de nuestra alma, la cual evita que entre la Luz que atraemos a través de nuestro trabajo espiritual. Esta es la razón por la cual el daño causado por lashón hará no puede curarse por el proceso de teshuvá (arrepentimiento)”. En esencia, la mala lengua evita que compartamos o recibamos Luz. Esta enseñanza es perturbadora, considerando cuán fácil y despreocupadamente compartimos información acerca de otros.
La Kabbalah nos enseña que la conciencia lo es todo. No sólo somos responsables por lo que decimos, sino también por lo que hacemos y por lo que permitimos que se desenvuelva a nuestro alrededor. Conciencia significa reconocer situaciones negativas y tomar acciones cuando sea necesario para permanecer conectado con la Luz. Cuando escuchamos a alguien chismeando y nos detenemos y escuchamos pero no decimos nada, igual nos estamos involucrando en lashón hará. Asumir la responsabilidad por el chisme a nuestro alrededor significa utilizar la restricción, que es detener a otros en medio del relato de su “buena historia” la cual sabemos que no es apropiada y alejarnos de la situación. Al hacerlo, preservamos nuestra conexión con la Luz.