“Ser humilde no es pensar menos de ti, sino pensar menos en ti” –C.S. Lewis
La mayoría de nosotros tiene una buena idea de lo que se necesita para ser una buena persona. Donar comida enlatada en invierno, ayudar a nuestros vecinos cuando podemos y contribuir con una o dos beneficencias cada año; suena como el camino correcto hacia la transformación, ¿cierto? En realidad, es un poco más que eso.
Las buenas acciones traen más Luz al mundo, pero entre más conscientes seamos con respecto a cómo nuestras acciones influyen positivamente en el mundo entero, hay más riesgo de que nuestro ego se interponga en el camino. Cuando hacemos cosas buenas, naturalmente nos comenzamos a sentir mejor con nosotros mismos, quizá hasta un poco autocomplacientes. Esto puede ser problemático ya que comenzamos a alimentar a nuestro ego. Los kabbalistas enseñan que para traer la mayor cantidad de Luz posible al mundo debemos aprender a ser humildes.
Cultivar la humildad en nosotros es una de las tareas más difíciles de lograr en nuestro viaje hacia la transformación. Nuestro ego ve nuestras buenas acciones y bendiciones en nuestra vida como si las hubiésemos hecho nosotros. Sin embargo, Michael Berg dice: “Nuestras acciones y lo que creamos con nuestro ego no durará, sólo lo que es creado con gran humildad durará para siempre”. El Centro de Kabbalah enseña que las bendiciones son un resultado directo de la mano del Creador. La humildad es simplemente “el entendimiento de que nada de lo que tenemos es nuestro” dice Michael Berg. Él agrega que “nuestra inteligencia, riqueza, belleza y hasta nuestra grandeza espiritual realmente pertenecen a esa parte de nosotros que fue esculpida de la gran montaña del Creador”. Cuando nos damos cuenta de esto y actuamos sin la influencia del ego, podemos traer más Luz al mundo.
La mayoría de nosotros puede que esté de acuerdo con esta idea superficialmente. Sin embargo, para ponerla en práctica se necesita conciencia y esfuerzo. Entonces, ¿cómo comenzamos? ¿Cómo nos volvemos personas humildes y creadoras de cambios en el mundo?
Primero, haz que el ayudar a las demás personas sea un hábito. Encuentra una organización que trabaje con una causa que te apasione y apúntate para hacer voluntariado. Comienza con un pequeño compromiso, por ejemplo, llevarles comida a los ancianos una vez al mes. Cuando veas que puedes sacar más tiempo de tu agenda para las demás personas, hazlo. La idea es hacer que tu trabajo voluntario forme parte de tu vida constantemente, entrelázalo en tu rutina para que se vuelva natural. Pronto te darás cuenta de que estás ayudando a tus amigos y familiares con mayor frecuencia.
Ayudar a los demás es una de las experiencias más humildes. Cuando nos preocupamos por otras personas, aprendemos humildad porque las tratamos como iguales, les ofrecemos la misma dignidad y compasión que esperaríamos que nos dieran si nos encontráramos en circunstancias similares. Ayudar a los demás infunde gratitud en nuestro interior y nos muestra qué tan conectados estamos todos.
Mostrar gratitud es otra manera de fomentar la humildad. Cuando decimos gracias reconocemos que nos necesitamos unos a otros. Ser humilde significa aceptar que aunque seamos completamente competentes para algunas cosas, necesitamos de otras personas de vez en cuando. Todos tenemos fortalezas y dones singulares para ofrecer al mundo. Reconoce y expresa gratitud por los dones singulares de los demás. El cambio efectivo no es una labor de una sola persona, más bien es el resultado de los esfuerzos colectivos y colaboradores para hacer del mundo un lugar mejor. La humildad nos ayuda a convertirnos en agentes de este cambio.
Aunque aceptar la humildad no siempre es fácil, es una labor que vale la pena hacer.
Para algunos de nosotros es un proceso que dura toda la vida pero, al final, la humildad es la que nos conecta con la Luz del Creador y con las demás personas. Tal y como dice Karen Berg: “Debemos ser humildes y saber que no somos nada sin el Creador”.