Cada uno de nosotros está en este mundo para transformarse espiritualmente. Cómo lo logramos depende de muchas cosas: las circunstancias en las cuales nacemos, las decisiones que tomamos o las personas que conocemos, por nombrar algunas. A medida que cada uno de nosotros crea su propio camino, es fácil desviarse o darnos cuenta de que no estamos preparados para transitar el camino delante de nosotros. Todo esto es parte del proceso. La vida es, por supuesto, una serie de lecciones que nos acercan a la realización de nuestro propósito. Sin embargo, hay una cosa que puede inhibir nuestro crecimiento si se lo permitimos: el arrepentimiento.
Los psicólogos opinan que no estamos configurados para sentir el arrepentimiento del mismo modo en el que lo estamos para sentir otras emociones, como la alegría, el dolor o el temor. Es algo que se desarrolla en la niñez cuando comenzamos a entender cómo funciona la ley de causa y efecto. A partir de entonces, parece que no podemos evitar el arrepentimiento. Después de todo, somos seres humanos y cometemos errores continuamente. Cuando nos estancamos en ellos, los errores tienen el potencial de llevarnos a un estado de reflexión del cual puede resultar difícil salir. El peligro de esto radica en la pérdida de tiempo importante que necesitamos para completar nuestro trabajo espiritual. El arrepentimiento puede prolongarse durante meses o años, evitando que continuemos nuestro camino.
Michael Berg nos dice: “No nos damos cuenta de que no tenemos tiempo ilimitado para corregir, elevarnos y crecer, ya que una vez que el alma deja este mundo no hay más oportunidades”.
Por ende, depende de nosotros usar las experiencias negativas como oportunidades para reflexionar y encontrar la lección que el Creador desea que aprendamos. Si somos conscientes, podemos utilizar el arrepentimiento como combustible para impulsarnos hacia adelante, más fuertes y más sabios de lo que éramos antes.
Comienza por pedir perdón (si es necesario) y por perdonarte a ti mismo. Permítete un indulto por tu falta de juicio; ninguno de nosotros es perfecto. Date un poco de tiempo para considerar cómo podrías haber hecho las cosas de manera diferente. Acepta esta lección e intenta recordarla en el futuro.
Pregúntate qué tipo de persona te gustaría ser. ¿Estás actuando en congruencia con la visión que tienes de ti mismo? ¿Qué pasos puedes tomar para acercarte hacia tu mejor versión? ¿Cómo se refleja esto en pequeña escala en tu vida diaria?
El cambio comienza ahora. Parece que pensamos que siempre tendremos tiempo y damos excusas por las oportunidades que hemos perdido porque pensamos que siempre encontraremos otra. Hablando en términos kabbalísticos, esto no es cierto. Michael Berg explica: “El único lugar en el que una persona puede corregirse y el único lugar en el que una persona puede elevarse es el mundo físico. En los Mundos Superiores no hay crecimiento. Un individuo no puede hacer el trabajo espiritual para perfeccionar su alma o elevarse en los planos espirituales; eso sólo puede lograrse en este mundo”.
Los kabbalistas enseñan que recibimos el tiempo justo para lograr aquello por lo que fuimos puestos en este mundo, ni más ni menos. Es por ello que no tenemos tiempo que perder. Karen Berg dice: “Cuando hacemos una retrospectiva de nuestra vida, no deberíamos sentir arrepentimiento porque no hicimos más; siempre podemos hacer más con los dones y talentos que nos han dado. Llegará el momento en el que todos nosotros veremos nuestro pasado y nos preguntaremos: ¿Hice suficiente? ¿Compartí mis talentos? ¿Hay un lugar en el que pude haber hecho más?”.
No hay tiempo para el arrepentimiento a menos que lo utilicemos como una herramienta para la transformación. Los momentos que desperdiciamos por pensar en el arrepentimiento no regresarán a nosotros. Nuestro trabajo espiritual es continuo. Es por ello que las oportunidades que nos llevan al siguiente nivel se presentan por sí solas continuamente. Búscalas y actúa.
Ahora es el momento.