Rav Yitsjak Luria es comúnmente conocido como el Arí, acrónimo de Elohi Rabeinu Yitsjak (Álef, Resh, Yud). Él nació en Jerusalén en el año 1534. Antes del nacimiento del Arí, su padre fue visitado por el Profeta Eliyahu quién le anunció: “A través de él será revelada al mundo la enseñanza de la Kabbalah”.
El Arí ciertamente no era un niño cualquiera. A los ocho años era reconocido como un prodigio que ya había superado a las grandes mentes. El padre del Arí murió poco después de su octavo cumpleaños, después de eso, él y su madre se mudaron a El Cairo, Egipto, para vivir con su adinerado tío. Allí fue puesto bajo la tutela de Rav Betsalel Ashkenazí.
Se casó a los quince años, a los diecisiete descubrió el Zóhar y consiguió un ejemplar para sí, luego pasó varios años en profunda meditación y estudio. En el verano de 1570, el Arí y su familia se mudaron de Egipto a Safed.
A diferencia de otros kabbalistas que han escrito comentarios a través de los siglos, el Arí no escribió nada. Hay registros de que una vez dijo: “Dificilmente puedo abrir mi boca para hablar sin sentir como si el mar rompiera sus fronteras y se desbordara. ¿Cómo entonces puedo expresar lo que mi alma ha recibido? ¿Cómo puedo ponerlo en un libro?”. Ese trabajo quedó para Rav Jayim Vital quien llegó a Safed en febrero de 1571, momento en el cual el Arí le dijo que había llegado de Egipto con el propósito específico de ser su maestro.
Todas las enseñanzas del Arí fueron escritas por Jayim Vital y su hijo, Shmuel. Sus principales obras son: Ets Jayim (El Árbol de la Vida), Pri Ets Jayim (El fruto del Árbol de la Vida) y “Ocho puertas”, entre ellas Shaar HaGuilgulim (La puerta de las reencarnaciones). El Arí murió dos años después, el 15 de julio de 1572 (5 de Av de 5332).
La hilulá (aniversario de muerte) del Arí es el quinto día del mes de Leo, nosotros, los estudiantes de Kabbalah, entendemos que al estudiar directamente de sus enseñanzas en este día podemos hacer una conexión con este tsadik para que nos ayude en nuestro propio trabajo espiritual. Las siguientes son dos enseñanzas del Arí que queremos compartir con ustedes para ayudarlos a hacer esta conexión:
Un alma tiene muchas raíces
En La puerta de las reencarnaciones, el Arí explica que hay cinco niveles de conciencia del alma, de menor a mayor son: Néfesh (ser), Rúaj (espíritu), Neshamá (alma), Jayá (viviente) y Yejidá (unidad). Adam es la conciencia del alma dentro del cuerpo, es decir, todas las almas vienen de Adam HaRishón (Hombre Primordial). Néfesh es del mundo de Asiyá, Rúaj es del mundo de Yetsirá, Neshamá es del mundo de Briá. Lo importante de este conocimiento, según el Arí, es entender que un alma humana tiene muchas raíces. En cada raíz hay muchas chispas. En cada encarnación, algunas de estas chispas son corregidas y, aquellas que no lo son, regresan para serlo; pero aquellas que sí son corregidas se elevan y permanecen en su nivel adecuado.
El Zóhar dice, en la porción de Mishpatim, que cuando una persona nace se le da Néfesh. [Es interesante señalar que cuando el primer ser humano fue creado, fue con el alma de Neshamá (Bereshit 1:24), pero el Zóhar destaca que su alma cayó al nivel de Néfesh debido a sus acciones].
La mayoría de la gente tiene el Néfesh que viene del Mundo de Asiyá. Hay cinco niveles en Asiyá que podemos ganar según nuestras acciones. Si las acciones de una persona lo merecen, Rúaj entrará a los 13 años de un niño o 12 años de una niña. Si una persona trabaja en su espiritualidad a partir de esa edad y logra corregir las chispas necesarias, la Neshamá entrará al final de sus 20 años.
A veces es posible recibir un Ibur, el alma de una persona justa que se une al alma que ya está presente para ayudar al individuo a hacer las correcciones necesarias. Si el individuo deja de mejorar, el Ibur se va.
El Arí continúa y aclara que la reencarnación con el propósito de corregir es para los hombres y no para las mujeres. La razón para esto es porque las mujeres pueden lograr su corrección en el siguiente mundo (Guehinom). Sin embargo, el hombre no puede entrar en Guehinom para hacer corrección porque la Luz de Guehinom no tiene control sobre él. No obstante, las mujeres pueden reencarnar por otras razones. Por ejemplo, a veces el alma de una mujer reencarna para ayudar a su alma gemela a hacer la corrección (La puerta de las reencarnaciones, capítulo 20, página 53).
Teshuvá y reencarnación
En La puerta de las reencarnaciones (capítulo 21), el Arí habla de cómo la Teshuvá, o arrepentimiento, está conectada con la Madre (Biná) y la reencarnación con el Padre (Jojmá).
Por eso, no importa quien peque, si se arrepiente y hace Teshuvá, la Madre Celestial llamada Teshuvá corregirá los defectos de esta persona y eso será suficiente. Pero, si no hace Teshuvá, esa persona tendrá que reencarnar para corregir el pecado a través del Padre (Jojmá). Por eso está escrito: “Él tuvo el pensamiento de que ningún alma sería anulada, y Él las trae para que reencarnen y hagan corrección”.
Este artículo se publicó originalmente en Kabbalah Magazine Vol. 1, edición 5, julio/agosto 1996.