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La transformadora magia de hacer silencio

Batya Solomon
Abril 15, 2019
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¿Alguna vez has tenido la experiencia de soltar palabras venenosas de manera reactiva solo para lamentarlas después?

Recuerdo con dolor la vez que discutí acaloradamente con mi padre cuando era adolescente. Me sentía tan destrozada que pensé que estallaría de todos los sentimientos dolorosos que me había guardado por años, así que estando muy enojada solté algo muy hiriente como un modo de dirigir mi dolor hacia él (¡los años adolescentes pueden ser muy duros!).

"No debemos tomarnos a la ligera el poder de las palabras."

Lo recuerdo como si fuese ayer. Mientras las palabras me salían de la boca quería rescatarlas. Luego, de pronto, otra parte de mi mente vio mi crimen en plena acción e intentaba recuperar las palabras. Fue como ver un accidente a punto de ocurrir. Ves el suceso, pero no tienes suficiente tiempo para detenerlo. Quería atrapar las palabras mientras me salían de la boca, pero sentía que estaba en cámara lenta. Por un momento sentí como si el tiempo casi se hubiese detenido.

Mientras mis labios pronunciaban las palabras, ese testigo que estaba dentro de mi cabeza gritaba silenciosamente: “O-h-h-h n-o-o-o-o-o!”.

Pero era demasiado tarde. El daño estaba hecho. Nunca olvidaré la cara de dolor de mi padre. Sabía que yo lo había causado. Sabía que nunca seríamos los mismos después de eso. Todavía vivía en mi inquietud adolescente. Desconocía que después no tendría el lujo de tiempo para calmarme y pedir perdón, porque mi padre murió repentinamente de un ataque cardíaco un par de meses después.

Hola, psicólogo.

Mi situación difícil ahora me recuerda a una historia que dice así:

Un jovencito llamado David estaba recorriendo el camino habitual hacia su escuela, cuando una mañana ve que su maestro entra en el mercado local, toma una manzana y se marcha.

Nadie pareció haber visto el aparente crimen de hurto que cometió el maestro escolar, salvo este chico.

Él estaba fuera de sí debido al juicio por su maestro. “¡¿Cómo mi maestro, el que se supone debe ser un modelo a seguir de un estilo de vida espiritual, podría cometer un acto ordinario de robo?!”. No sabía cómo procesar lo que acababa de ocurrir.

A fin de desahogarse, decidió confiar en algunos de sus amigos. Ellos asumieron automáticamente que lo que su amigo había visto debía ser verdad. Su amado maestro era un mentiroso y un estafador.

Al poco tiempo todos en la escuela estaban sumergidos en los rumores sobre el maestro de escuela. Como consecuencia, fue condenado públicamente debido su crimen por la enardecida comunidad, que exigía justicia y pidió que el maestro perdiera su trabajo.

El maestro estaba desconcertado, y también enormemente angustiado por lo que le estaba sucediendo, así que decidió llegar al fondo del asunto. Toda su investigación finalmente lo condujo al jovencito.

Cuando el maestro confrontó al chico acerca de lo que había visto, el niño contestó: “Lo vi entrar al mercado, tomar una manzana sin haberla pagado, y después salir rápidamente”. El maestro comenzó a reírse. Él le explicó que había hecho un acuerdo con el dueño del local en el que le pagaría las manzanas por adelantado, ya que él siempre tiene prisa en llegar a la escuela a tiempo.

El chico se sintió profundamente aliviado y avergonzado a la vez. Se disculpó mucho y le preguntó al maestro si podía hacer algo para enmendar su error. El maestro le dio la solución. “Espérame mañana en la mañana en la azotea de la escuela. Trae una almohada y unas tijeras”. El niño estaba confundido, pero alegremente concedió la extraña petición de su maestro si eso aliviaría su culpa y vergüenza.

La mañana siguiente, el chico esperó con ansias en la azotea con almohada y tijeras en mano. Estaba muy feliz porque finalmente iría a enmendar el daño que le había causado a la reputación de su maestro.

“Buen día, señor” dijo David. “Estoy aquí para enmendar el error que cometí, para que todo pueda volver a la normalidad”.

“Buen día, David. Veo que tienes la almohada y las tijeras que te pedí. Bien. Ahora todo lo que tienes que hacer es hacerle un agujero con las tijeras a la almohada”.

David rápidamente le hizo un enorme agujero a la almohada.

“Muy bien, David. Ahora suelta todas las plumas que hay dentro de la almohada. Espárcelas tanto como puedas con ayuda del viento”.

David sacudió fuertemente la almohada y sacó todas las plumas. Vio cómo el fuerte viento se llevaba las plumas tan lejos como su mirada podía alcanzar a ver. Hasta ahora todo era sorprendentemente divertido. Ya podía sentir una sensación de alivio… claro, hasta que recibió la siguiente instrucción.

“Veo que disfrutaste esparcir las plumas en el viento. Maravilloso. Ahora, por favor, ve a buscar cada pluma y guárdalas todas en la almohada”.

“¡¿Qué?! No puedo hacer eso. ¡Ahora es imposible recoger todas las plumas!”.

“David, las plumas representan las palabras que decimos. Una vez que las decimos, no tenemos control de dónde llegarán”.

"¡Nuestras palabras pueden cambiar nuestra vida para bien!"

No debemos tomarnos a la ligera el poder de las palabras. Las palabras que decimos tienen mucho poder. Las palabras que decimos afectan nuestras almas. Si tan solo tuviéramos un atisbo del daño que causamos al participar en conversaciones sin sentido o chismes maliciosos, maldiciones, insultos, comentarios insensibles y mentiras, nunca más volveríamos a pronunciar una palabra negativa. El habla maliciosa tanto intencional como no intencional, sobre otras personas o incluso sobre nosotros mismos, ¡crea ángeles negativos que vuelven al hablante a través de otras personas que hablan negativamente acerca de la persona que inició tales palabras!

El Arí, Rav Yitsjak Luria, kabbalista del siglo XVI, escribió que el habla de una persona de alguna manera está conectada con su cónyuge. Así que el proceso de limpieza del habla maliciosa también puede experimentarse a través de desafíos en el matrimonio.

La buena noticia: cuando hablamos positivamente, compartimos sabiduría espiritual, motivamos a los demás y usamos nuestras palabras para bien, creamos ángeles positivos que nos apoyan en nuestro proceso. Si alguna vez de forma inesperada te han halagado, ascendido, reconocido, guiado, ayudado o apoyado, ¡eso pudo haber sido un ángel positivo que creaste con tus palabras!

El poder de manifestación de nuestras palabras positivas pueden generar amor, dicha, felicidad, prosperidad, paz, salud y conexión con nuestro ser y con los demás. ¡Nuestras palabras pueden cambiar nuestra vida para bien! Es increíble si lo analizamos.

Ahora sería buen momento para preguntarse: “¿Qué palabras digo usualmente?”. Les recomiendo mucho hacer un esfuerzo consciente de escoger sus palabras con más cuidado.

Los kabbalistas nos recomiendan a todos que lo pensemos dos veces antes de hablar, literalmente. Ellos explican que cuando un pensamiento viaja de nuestra mente a nuestra boca, lo primero que debemos hacer es devolverlo a la mente, nuestro Dáat, nuestra conciencia de entendimiento. Luego debemos pensar: “¿Lo que estoy a punto de decir es algo que yo mismo necesito escuchar?”. Solo si la respuesta es “Sí”, podemos decirlo. Y si sentimos que lo que estamos a punto de decir no es algo que nosotros necesitamos escuchar, entonces no lo digamos a alguien más.

Confío en que ahora todos podamos apreciar mejor el dicho: “Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada”.

Por favor, pueden creerme cuando les digo que la próxima vez que se sientan tentados a decir algo que puedan lamentar a futuro, hagan una pausa y recuerden la transformadora magia de hacer silencio.


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