Quizá fuiste popular en la secundaria, quizá no. Generalmente, mientras hayas tenido algunos amigos cercanos con los que pudieras abrirte y ser vulnerable, lo más probable es que hayas salido ileso. Quizá entraste en la adultez con sólidas habilidades para relacionarte que te han sido útiles. La secundaria fue hace mucho tiempo; además de aquella terrible vez en la que estabas en noveno grado en clase de álgebra, luchando por encontrar una respuesta a un problema sumamente difícil mientras los chicos populares te miraban por una eternidad, todo es historia antigua.
" Lo mejor es infundirles valores positivos y darles las herramientas para tomar decisiones coherentes con sus valores fundamentales y el bienestar mayor, que adopten un espíritu de compartir y que sean bondadosos con los demás".
Llegamos a la adultez, cuando de pronto la popularidad de tu hijo adolescente es tan preocupante como la tuya lo fue una vez. Si son populares, probablemente te preocupará su grupo de amigos y si están bajo presión social. Si no son populares, te preocupas por su autoestima y felicidad. Y si bien nos hayamos olvidado de los chicos populares y aquello que los hacía tan populares en primer lugar, vale la pena estudiar la popularidad a fin de entender cómo orientar mejor a nuestros hijos a lo largo del cúmulo de círculos sociales.
Hay dos aspectos de la popularidad: estatus y simpatía. Desde un punto de vista kabbalístico, la popularidad está motivada por el ego, mientras que la simpatía está relacionada con la bondad y el compartir. Los chicos que tienen estatus y son agradables, en cierto nivel son populares. Por lo tanto, esos chicos son influyentes. Suelen ser vistos como líderes de sus círculos sociales y en el colegio.
Pero ¿qué significa ser un verdadero líder?
Acostumbramos pensar en liderazgo a una mayor escala. Los líderes fuertes se vuelven políticos, activistas y jueces. Encabezan movimientos y revoluciones. Crean fundaciones o incursionan en el mundo de los negocios por cuenta propia. Sin embargo, los líderes fuertes no siempre terminan en el ámbito público. A menor escala, tienen el autoestima para tomar buenas decisiones y defienden lo que consideran correcto, incluso si es una opinión poco popular.
Un estudio reciente conducido por la Universidad de Virginia analizó las amistades entre adolescentes de 15 a 25 años. Los psicólogos descubrieron que tener uno o dos amigos con una conexión fuerte era mucho mejor que tener un gran grupo de amistades superficiales. Los adolescentes que tienen amistades significativas tienen más confianza en sí mismos y generalmente son más felices, indiferentemente de su popularidad. En aquellos que tienen grupos sociales más reducidos, pero mejores amigos, también se descubrió que tienen menos ansiedad, menos depresión y un mayor sentido de valor propio.
Nota: Estas son precisamente las cualidades que tienen los líderes fuertes —y más importante aún, los buenos líderes—, confianza en sí mismos y una perspectiva positiva. De hecho, la autora principal del estudio, Rachel Narr, presenta un punto interesante a favor de los que estaban en los grupos menos populares, diciendo: “Creemos que cuando los chicos están concentrados en ser populares, en lugar de crear vínculos fuertes, es entonces que surgen los problemas. Los tipos de cosas necesarias para ser reconocidos y atractivos como adolescentes usualmente no terminan bien a largo plazo: consumir alcohol, relaciones sexuales, ropa. Ser un chico pseudomaduro es cool en la secundaria, pero a los 25 años ya no te distingue ni te hace un líder de la misma manera”.
"Los chicos que se valoran a sí mismos y lo que tienen que aportar al mundo tienen la confianza suficiente para seguir sus propios deseos y ser los líderes de su propio camino de vida."
No tengo que mencionarte los peligros de la secundaria. Lo más probable es que recuerdes bien las situaciones duras que tú y tus compañeros enfrentaron. Como si obtener buenas calificaciones y acostumbrarse a los cambios veloces del cuerpo no fuese suficiente, los adolescentes sienten la fuerte presión de encajar por parte de sus compañeros de clases y los adultos que los rodean. El estatus de popularidad parece ofrecer comodidad y oportunidad, y queremos desesperadamente que nuestros hijos tengan una transición libre de traumas a la adultez. Pero ser un chico popular no siempre equivale al éxito después de la secundaria, y la secundaria resulta mejor cuando enfatizamos lo que es verdaderamente importante en la vida: la amabilidad y el compartir.
Como padres, nuestro trabajo no es escudar a nuestros hijos de las cosas difíciles. Incluso si pudiéramos hacerlo, les arrebataríamos lecciones de vida importantes que tienen el propósito de desafiarlos y encender un crecimiento espiritual. Lo mejor es infundirles valores positivos y darles las herramientas para tomar decisiones coherentes con sus valores fundamentales y el bienestar mayor, que adopten un espíritu de compartir y que sean bondadosos con los demás.
Todos mis hijos son lo opuesto a mi signo. Cada uno de ellos tiene una personalidad muy vivaz. Son decididos, obstinados, testarudos y es difícil que cedan. Y si bien estas cualidades incluyen desafíos, especialmente para mí como madre, a fin de cuentas son las que los harán líderes fuertes e independientes, el tipo de chicos que están lo suficientemente seguros de su propia Luz como para compartir de sí mismos de forma incondicional con el mundo.
Cada uno de mis hijos adolescentes tiene uno o dos amigos desde que eran niños pequeños; una amistad que inició tras ver películas, compartir helados en el verano, aventuras y muchas reuniones para jugar. Estas amistades han permanecido fuertes a pesar de mudarnos a otras ciudades y otros colegios, y todas las pruebas usuales de la infancia. Parece que la misma testarudez que amenaza con desgastar mi voluntad cuando desafían los límites es lo mismo que ha fortalecido relaciones hermosas en sus vidas con chicos que adoro como si fuesen mi familia.
Me siento tranquila gracias a estos vínculos, porque no son amistades pasajeras basadas en el estatus o la necesidad de encajar. Son genuinas y gratificantes. Son los amigos que han hecho que mis hijos sean más amables y estén más cómodos consigo mismos. Al igual que los vínculos con sus hermanos, estas amistades les han enseñado a estar más dispuestos a compartir y a tener un corazón y un espíritu generosos.
La verdad es que enfrentarán desafíos y escrutinio. Habrá momentos en el que el deseo de encajar será muy fuerte. Pero si ya se sienten amados incondicionalmente, apreciados por quienes son y conectados a amistades profundas y significativas, son mucho menos propensos a tener las actitudes riesgosas que vienen con la sensación de insuficiencia y baja autoestima. Los chicos que se valoran a sí mismos y lo que tienen que aportar al mundo tienen la confianza suficiente para seguir sus propios deseos y ser los líderes de su propio camino de vida.