Kislev, o Sagitario, es un mes, como ya sabemos, en el que conectamos con Janucá, una festividad que tiene la capacidad de traer milagros a nuestra vida. Por eso, mientras atraemos el potencial de la gran Luz de este mes, debemos despertar nuestra conciencia a lo que tiene de especial y lo que está disponible para cada uno de nosotros.
Cuando se trata de milagros, usualmente ocurren cuando una persona está en una mala situación y los pide porque los necesita y no simplemente porque quiere uno. Así pues, a menudo necesitaremos un milagro, pero la pregunta es: ¿por qué? ¿Por qué queremos un milagro? ¿Cuál es el verdadero propósito detrás de esto?
En el Zóhar hay una historia sobre Yosef. Yaakov, como ya sabemos, tuvo 12 hijos, uno de ellos era Yosef, quien era odiado por el resto de sus hermanos. Los hermanos se unieron y decidieron venderlo como esclavo a unos mercaderes que se dirigían a Egipto. En la Biblia está escrito que la gente que llevaba a Yosef como esclavo también llevaba fragancias, como especias, que olían bien. Y los kabbalistas dicen que el Creador no quería que Yosef viajara a Egipto con malos olores, por lo tanto, hizo que las personas que lo transportaban también llevaran fragancias.
Es muy extraño. Obviamente, lo mejor en esta situación sería el milagro de no ser vendido como esclavo, en lugar de asegurarse de que oliera bien mientras Yosef era transportado. Entonces, ¿cómo se explica eso?
El entendimiento más profundo es que Yosef necesitaba pasar por ese proceso.
Y esta es la realidad de nuestra vida; hay momentos en los que tenemos que pasar por desafíos, debido a que el hecho de que nos quiten esos desafíos no sería lo mejor para nosotros. El proceso del desafío es el proceso por el que debemos pasar para que nuestra alma revele su propósito principal. Por lo tanto, ¿cuál era el propósito de tener esas fragancias allí cuando todo alrededor olía muy mal? Fue un pequeño milagro en comparación con lo que estaba ocurriendo, pero fue una señal.
A Yosef le ocurrió este pequeño milagro y sabía que era una señal de la Luz del Creador de que todo estaba bien y formaba parte del plan.
¿Qué pasa cuando recibes un milagro? Por ejemplo, vas conduciendo por la autopista y ocurre un terrible accidente justo frente a ti, pero logras desviarte, ni siquiera te enteras de qué ocurrió y sales totalmente ileso. ¿Cuál es el propósito? ¡Emocionarte porque tu vida fue salvada! Qué maravilloso milagro, qué felicidad.
El propósito de un milagro es ser una señal que nos permita saber que todo forma parte del plan. Y, en consecuencia, el propósito real —y una de las cosas que Rav Áshlag, fundador del Centro, nos dice— es que la Luz del Creador no nos dará cosas que sea agradable tener, sino las que son necesarias.
Cuando Yosef fue arrojado a un momento de su vida que debió haber sido muy difícil y doloroso, se le dio un milagro con el fin de que entendiera que todo forma parte del plan. Este pequeño milagro fue enviado para que brillara en toda su vida. Y el gran kabbalista Najmánides, el Rambán, dice que si una persona aprecia un milagro, pero no cambia la manera en la que ve el resto de su vida a causa de este, entonces el milagro es desperdiciado.
Repito, hay momentos en los que necesitamos el milagro, necesitamos esa sanación y ayuda.
Pero, incluso en esos momentos, y ciertamente en otros casos, el milagro tiene el propósito de ser una señal y despertar. Y así es como podemos pedir milagros.
Por supuesto, debemos pedir milagros cuando los necesitamos, pero ahora entendemos que también debemos pedir milagros porque queremos que nuestra vida sea de una conciencia más elevada; queremos ser capaces de ver los pequeños milagros y permitirles influir en la manera en la que vemos el resto de nuestra vida y que nos cambien. Debemos pedir: “Quiero ver un milagro cada día porque quiero crecer, quiero conectarme con la Luz del Creador, quiero cambiar a partir de ese milagro”.
En sus cartas, Rav Brandwein a menudo comparte con Rav Berg que este tiempo en el que la humanidad avanza debe ser uno en el que los milagros sean cada vez más comunes. ¿Cómo hacemos que sea así y por qué es necesario? Pues, si entendemos que queremos cambiar, queremos que nuestra conciencia esté en un nivel más alto, que nuestras dudas y miedos estén en un nivel más bajo, entonces una de las mejores maneras de lograrlo es ver milagros… pero no sólo verlos, sino cambiar gracias a ellos. Cuando cambiamos gracias a los milagros que vemos, obtendremos más milagros.
Si cambiamos, si nuestra conciencia y comportamientos cambian, si crecemos gracias a los milagros que vemos, entonces obtendremos cada vez más milagros, y podemos pedirlos.
Podemos, al inicio del mes de Kislev, el mes en el que tenemos la vasija para atraer milagros, pedirle a la Luz del Creador que llene nuestra vida de milagros porque queremos cambiar, crecer y elevar nuestra conciencia. De ese modo, esta noche, mañana o pasado mañana, cuando algo fuera de lo normal ocurra, nos concentremos en ello y digamos: “Haz que mi vida sea más milagrosa porque quiero cambiar. No aprecio los milagros. No quiero emocionarme con ellos. No quiero estar agradecido por ellos; quiero cambiar gracias a ellos”.
Si entendemos y recibimos milagros de esa manera, entonces, en este mes de Kislev, podemos pedir y recibir en nuestra vida una cantidad de milagros en constante aumento.