Este artículo fue publicado originalmente en 2019.
Aprendemos en el Talmud Éser HaSefirot (Las Diez Emanaciones Luminosas) que hay Diez Sefirot y Cinco Mundos, y cada uno de los mundos contiene Cinco Mundos y cada Sefirá contiene Diez Sefirot. Rav Áshlag dice que esto tiene una sucesión infinita; en cada mundo hay una cantidad infinita de mundos y dentro de cada uno de esos mundos hay una cantidad infinita de mundos, y así sucesivamente. Entonces, ¿por qué el Creador estableció los mundos de esta manera? ¿Por qué existe, literalmente, una cantidad infinita de mundos?
“La Luz del crecimiento existe en toda la tierra”.
Está escrito, y el Ramjal cita esto también, que el estado supremo de conocimiento es llegar a entender que en realidad no sabemos nada; sin importar cuánto hayamos aprendido hasta ahora, sin importar qué entendamos hasta ahora, la verdad es que no es nada comparado con el entendimiento supremo. Y la única forma en la que nuestro trabajo espiritual genuinamente puede revelar Luz es si con todo el esfuerzo que hacemos hay una disminución de nuestro ser.
Entonces, el Arvéi Najal usa el ejemplo del Maguid de Mezritch, quien explica cómo crece la vegetación. La Luz del crecimiento existe en toda la tierra; sin embargo, debe haber una disminución de esa Luz a fin de que se manifieste en la vegetación. Toda esa Luz debe ser integrada en un solo punto, y entonces el árbol puede crecer. Pensamos que un árbol puede crecer cuando tomamos una semilla y la plantamos en la tierra, pero el Maguid de Mezritch nos dice que no sucede así. La verdad es que, según nos dice, la tierra en cualquier lugar tiene la capacidad de crear árboles, pero debe haber una reducción de la Luz de la tierra y reunirse en un punto específico, en este caso es la semilla. Luego, la semilla toma todo el poder de crecimiento de toda la tierra a su alrededor y crece.
Pero sabemos que no basta con simplemente poner una semilla en la tierra. Si la semilla no se rompe o se deteriora, ningún árbol puede crecer a partir de ella. Si la cáscara alrededor de la semilla se mantiene firme, nunca podrá atraer el poder espiritual de crecimiento que posee la tierra. Entonces, primero la cáscara alrededor de la semilla tiene que romperse y después puede absorber la Luz que la rodea en la tierra. La tierra tiene el poder de crecer, la semilla tiene el poder de atraer esa Luz y crear un árbol, pero mientras la cáscara alrededor de la semilla se mantenga firme, nada puede ocurrir.
“Debe haber el entendimiento de que en realidad no hemos hecho nada”.
Y lo mismo sucede con nosotros; todo el trabajo espiritual puede compararse con la Luz de crecimiento que existe en la tierra. Debe haber un rompimiento de nuestra cáscara antes de que cualquier Luz se pueda revelar. Por lo tanto, después de cualquier trabajo espiritual que hagamos, debe haber el entendimiento de que en realidad no hemos hecho nada. Desde luego, no es que no hayamos hecho nada literalmente; es importante entender la diferencia. Está la persona que en realidad no ha hecho nada, y está la persona que hace su trabajo espiritual y está creciendo, pero al conectarse con el mundo espiritual ve que, en comparación con el lugar donde debe estar, no ha hecho nada.
Es como la parábola de Rav Áshlag del gusano dentro de la manzana podrida. El gusano cree que su vida es muy oscura y putrefacta, pero a medida que va comiendo, atraviesa las capas y comienza a ver luz; hasta que llega a la capa final de la manzana y ve el amplio mundo exterior y reconoce que la vida no es oscura ni putrefacta. Este es el mismo proceso por el que tenemos que pasar constantemente en nuestro trabajo espiritual. Si estamos haciendo nuestro trabajo espiritual apropiadamente, significa que estamos pasando de un nivel al siguiente, y cuando pasamos al siguiente nivel vemos lo que hemos logrado y vemos que es muy poco.
Imagina escalar una montaña en la que, cada vez que llegáramos a un nivel nuevo, nunca alcanzamos a ver la cima, pero sabemos que está allí; así que seguimos subiendo otros 30 metros, vemos el siguiente nivel al que tenemos que subir y subimos, y así sucesivamente. Si estamos haciendo nuestro trabajo espiritual apropiadamente, eso es lo que veremos en nuestra vida todo el tiempo. Por tanto, cuando el Ramjal habla acerca de la idea de que el estado supremo de conocimiento proviene de entender que en realidad no sabemos nada, no significa que no estudiamos o que literalmente no sepamos; significa que una persona que hace el trabajo espiritual necesita reconocer que no ha hecho nada en comparación lo que necesita alcanzar.
Como dijimos, cada Sefirá contiene Diez Sefirot y cada una de ellas contiene diez más, y así sucesivamente. ¿Por qué? Porque ahora entendemos que cada parte del trabajo espiritual que hacemos nos lleva de un lugar a otro; cuando una persona se eleva espiritualmente, pasa de una Sefirá a la siguiente, de un mundo al siguiente. Y si hacemos nuestro trabajo espiritual, vemos el siguiente nivel, vemos cuánto más tenemos que avanzar, vemos atrás y decimos: “De verdad no he hecho nada en comparación con lo que tengo que hacer”. Si pensamos eso constantemente y constantemente nos muestran la gran distancia que tenemos que recorrer a continuación, significa que estamos creciendo espiritualmente.