Las palabras que nos hacen daño

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Las palabras que nos hacen daño

Centro de Kabbalah
Marzo 31, 2014
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“¡No puedo creer que haya hecho eso! Soy un idiota”.

“No soy lo suficientemente atractivo como para hablar con ella”.

“¿Por qué cometo errores tan estúpidos?”.

“Nunca entraré en la escuela de leyes. No soy lo suficientemente inteligente”.

Lashón Hará está comúnmente asociada con el chisme y la habladuría malintencionada acerca de otras personas. Sin embargo, el término literal significa mala lengua y puede también describir las palabras hirientes que dirigimos hacia nosotros mismos. Sin la conciencia correcta, los pensamientos auto-denigrantes pueden llenar nuestra mente todos los días. Nos tropezamos en la acera y nos llamamos a nosotros mismos torpes, nos queda pequeño nuestro jean favorito y nos decimos gordos, cometemos un error en el trabajo y nos llamamos estúpidos. Puede que nos involucremos en el uso de la mala lengua hacia nosotros mismos en repetidas ocasiones durante el día sin siquiera notarlo. Este hábito inconsciente puede ser muy difícil de romper. Sin embargo, el daño físico y psicológico hecho por la mala lengua hacia uno mismo es nocivo para nuestra salud y para nuestro crecimiento espiritual y es necesario que desarraiguemos este comportamiento por nuestro propio bienestar.

Los psicólogos han estudiado los efectos químicos de la negatividad en el cerebro humano y descubrieron que esa exposición a las palabras negativas (habladas o escritas) libera hormonas que producen stress, lo que resulta en ansiedad y depresión e interfiere con el lóbulo frontal, el área del cerebro responsable por el comportamiento racional y la toma de decisiones. El efecto es el mismo ya sea que las palabras estén dirigidas hacia el exterior o hacia nosotros mismos.

La investigación muestra que nuestro cerebro no puede distinguir entre la realidad y la ficción cuando se trata de pensamientos negativos. Preocuparse por un evento tiene los mismos efectos físicos en nuestro cuerpo que el lidiar con la situación en sí. Por ejemplo, los mismos neuroquímicos perjudiciales son liberados en nuestro cuerpo ya sea que te estés preocupando por un rechazo o si fuiste de hecho rechazado. Mientras más meditemos en el rechazo y en las posibles fallas que pueden (o no) contribuir, peor nos sentiremos ya que nuestro cerebro está pensando que ya hemos sido rechazados.

Lo que resulta más alarmante es que, una vez que la mala lengua se vuelve un hábito, es difícil romper el patrón; los caminos neurológicos en el cerebro se conectan para continuar con este comportamiento. Con el tiempo, el hablar negativamente acerca de uno mismos altera los componentes del cerebro que controlan la memoria, las emociones y la habilidad para sentir empatía.

¿Cómo podemos evitar la espiral hacia abajo de la negatividad? El truco es ubicar la mala lengua acerca de uno mismo, determinar su fuente y decidir erradicarla. De acuerdo con Michael Berg, “El requisito para cualquier trabajo espiritual que realizamos (ya sea restringir acciones negativas o realizar acciones positivas) es primero que todo abstenerse de proferir un discurso negativo. Porque si nos involucramos en lashón hará, colocamos una coraza alrededor de nuestra alma y entonces la Luz que atraemos como resultado de nuestro trabajo espiritual ni siquiera puede entrar, no puede asistirnos ni apoyarnos en nuestra corrección”.

Comienza por preguntar:

¿Me estoy limitando a mí mismo?

Cuando escuchas acerca de una vacante en el trabajo, ¿le haces saber a tu jefe al instante que estás interesado en aplicar? ¿O asumes que nunca obtendrás el trabajo y te desanimas silenciosamente mientras tu colega es promovido? Cuando asumimos que no somos lo suficientemente buenos, inteligentes, habilidosos, etc., nos estamos convenciendo a nosotros mismos de que ya hemos sido vencidos, así que nunca lo intentamos. La mala lengua hacia uno mismo limita la forma en la que vemos una situación, lo que hace que sea menos probable que veamos alternativas o pensemos de manera creativa para resolver el problema. Nuestro pesimismo evita que tomemos riesgos o que sigamos las oportunidades que se nos presentan, ya que nos hemos convencido de que nunca tendremos éxito de todos modos.

¿De dónde provienen esas palabras?

Todos hemos enfrentado críticos duros durante nuestra vida. Desafortunadamente, estos críticos pueden también ser personas que admiramos, como un padre, un mentor o un maestro. Las palabras críticas provenientes de personas que amamos tienden a permanecer con nosotros y con el tiempo pueden volverse una base para nuestra propia autocrítica. Cuando esto ocurre, puede ser difícil distinguir entre sus expectativas de nosotros y nuestro verdadero potencial y nuestros deseos.

Si descubres que la mala lengua hacia ti mismo te está limitando o está haciendo eco de críticas del pasado, toma nota. Reconoce la fuente de la negatividad (ansiedad, duda en ti mismo, el Profesor “insertar nombre” del bachillerato) sin juicio. Cuando estos pensamientos se levanten, realiza un esfuerzo consciente para detenerlos y escribirlos nuevamente, convirtiéndolos en afirmaciones positivas. Esto puede ayudarte a crear una afirmación motivadora que te haga sentir confiado. Saca este pequeño pedazo de positivismo cuando tus pensamientos se vuelvan negativos o cuando necesites un alza espiritual.

En una escala más grande, lo que nos decimos a nosotros mismos tiene un impacto directo en nuestro éxito o en nuestro fracaso. Pero en términos simples: “Cada palabra que pronunciamos importa”, dice Michael Berg, “ya que nosotros mismos somos importantes, no en un sentido egoísta y pretencioso, sino por nuestro potencial ilimitado para revelar (o reprimir) gran Luz con cada decisión que tomamos”.


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