Cuando interactuamos con otras personas, a menudo tenemos buenas intenciones, especialmente cuando ellas tienen alguna necesidad. Nos gusta sentirnos útiles. Cuando nuestros amigos o seres queridos necesitan una mano, nuestro deseo es estar allí y ofrecer un camión parar ayudar en la mudanza, una carta de recomendación o lo que sea que necesiten para atravesar un desafío. Sin embargo, es muy fácil hablar, pero son las acciones las que se nos dificultan.
Las circunstancias de la vida cambian. Nos ocupamos con otros compromisos y, de repente, aquello que prometimos hacer se convierte en otra tarea en una lista; una tarea que estamos felices de postergar. El Centro de Kabbalah enseña que una vez que hacemos una promesa, es nuestra responsabilidad llevarla a cabo. En la Biblia kabbalística, Moshé declara que: “Si un hombre hace un voto a Dios, o hace un juramento para imponerle a su alma una obligación, no faltará a su palabra; hará́ conforme a todo lo que salga de su boca”.
Todos estamos de acuerdo en que no cumplir con una promesa no es la mejor forma de mantener relaciones positivas.
Pero lo que la mayoría de nosotros no reconocemos es que cuando no cumplimos una promesa, creamos negatividad. Hacer un voto, ya sea a nosotros mismos o a otra persona, abre canales para que la Luz fluya hacia nuestra vida. Es decir, recibimos toda la energía que necesitamos para cumplir con ese objetivo. Cuando rompemos esa promesa al no actuar, la energía queda estancada y puede causar daño. Es casi como si hubiéramos robado esa energía.
Ser una persona en la que no se puede confiar hace más daño de lo que creemos. Ciertamente, esto cambia la manera en la que los demás nos ven y ante sus ojos nos convertimos en personas poco fiables, pero esto también cambia la manera en la que nos vemos a nosotros mismos. Una promesa rota hace que sea fácil romper otra. Cuando menos nos damos cuenta, ser irresponsables comienza a sentirse como algo común y nos convertimos en seres apáticos ante nuestros compromisos. Por supuesto, siempre buscamos ser ese tipo de amigo, padre, compañero o esa persona en la que alguien pueda contar. Cuando no cumplimos nuestras promesas, no sólo nos quedamos cortos en cuánto a lo que prometimos, también ponemos en tela de juicio nuestra imagen y autoestima, y perdemos la fe en nosotros mismos.
Antes de comprometerte, pregúntate a ti mismo por qué estás haciendo esa promesa en primer lugar. ¿Esperas obtener algo a cambio? ¿O simplemente lo haces por buena voluntad? En lugar de hacer una promesa que no puedas llevar a cabo, ¿por qué no sorprender a alguien con un acto inesperado de bondad?
El proverbio hebreo que dice: “Promete poco y haz mucho” hace eco de la sabiduría kabbalística. Si te das cuenta de que has estado descuidando tus compromisos, intenta sólo hacer promesas que sepas que sí puedes cumplir y sé diligente en llevarlas a cabo. Pequeños cambios para actuar de forma más responsable nos acercan al Creador y revelan más Luz en el mundo.