¿Alguna vez has estado conversando con un amigo y, en medio de la conversación, éste mira su smartphone que está vibrando en la mesa? Continuas con tu historia esperando que esté escuchando, pero ¿realmente lo está haciendo? ¿Alguna vez has sido culpable de este mismo delito?
En cualquier momento nuestros aparatos electrónicos nos llaman para que revisemos nuestro correo electrónico, respondamos un mensaje o revisemos redes sociales. Es difícil decidir entre si es necesario mirar o no, el deseo de revisar nuestro teléfono es abrumador.
El psicólogo Dr. Larry Rosen llevó a cabo un estudio en un grupo de 300 estudiantes (de secundaria hasta la universidad) para aprender más sobre cómo la tecnología afecta nuestra habilidad para concentrarnos. Durante la corta duración del experimento se les pidió a los estudiantes que estudiaran algo en su entorno común. Los investigadores registraron sus actividades minuto por minuto. Lo que encontraron fue interesante. En promedio, los estudiantes sólo podían realizar la tarea por tres minutos.
Casi cada distracción que interrumpía su concentración era tecnología, principalmente smartphones o laptops.
La imposibilidad de concentrarse no está limitada al mundo académico. Nos afecta en el trabajo, en casa con nuestro familiares o cuando estamos en compañía de amigos. El Dr. Rosen le dio un nombre a este fenómeno después de décadas de estudios similares sobre los efectos del uso diario de la tecnología en la habilidad del cerebro para procesar información y relacionarnos con el mundo. Lo llama iDisorder (trastorno tecnológico), el cual resulta en síntomas de estrés, insomnio y dependencia compulsiva de la tecnología.
Los smartphones nos hacen sentir conectados y de cierto modo lo estamos. Nos ayudan a mantenernos en contacto con quienes queremos. Deseamos esa conexión, pero la tecnología crea una ilusión, un sustituto para las conexiones de vida importantes y las relaciones reales. Estas conexiones nos hacen sentir verdaderamente valorados, nos dan confianza. No es sorprendente que, mientras buscamos validación a través de nuestras experiencias virtuales, los profesionales de la salud mental observen un incremento en los pacientes que luchan contra la adicción tecnológica.
Los kabbalistas suelen hablar de la importancia de la conexión. Nos conectamos con la energía disponible durante ciertos momentos del año, nos conectamos con otros, nos conectamos con el Creador. Sin embargo, en este mundo de hiperconectividad, podemos distraernos. Sustituimos la conexión genuina que realmente deseamos por la interacción en línea para evitar sentir emociones incómodas como estrés, miedo, dolor o duda. En realidad, precisamente las conexiones reales son el antídoto para esas emociones. Conectarnos con las personas nos hace sentir valorados. Tener una conexión real puede darnos plenitud duradera, un smartphone simplemente no puedo competir con eso.
La tecnología no desaparecerá, quizá llegue a desempeñar un papel más importante en nuestra vida privada y profesional. La clave es no apartarse por completo de la tecnología, ella nos da información valiosa y herramientas para nuestro estilo de vida moderno y puede fomentar conexiones con otros. Darnos cuenta de cuándo evitamos oportunidades para conexiones reales por estar más presentes en el mundo virtual es importante. Al hacerlo, podemos reconocer mejor cuando utilizar nuestro Smartphone y cuando dejarlo a un lado. En esencia, podríamos necesitar desconectarnos para conectarnos conscientemente.
Tienes que estar presente cuando converses con alguien en persona. Haz contacto visual, al dejar tu Smartphone de lado expresas que consideras importante a la persona y que estás listo para escuchar. Si estás esperando una llamada, hazlo saber y sólo interrumpe la conversación cuando la recibas. Programa descansos tecnológicos diarios. Cualquier asunto urgente en tu bandeja de entrada puede esperar hasta que termines de preparar la cena, animar al equipo de fútbol de tu hijo o pasear al perro.
Nos tranquiliza tener un teléfono celular cerca en caso de emergencia, pero hay que evaluar cuando tomamos el teléfono y por qué. ¿Es por aburrimiento? ¿Inseguridad? ¿Soledad? Estas emociones son normales. Visitar redes sociales o enviar un mensaje de texto puede calmar esas emociones, pero la conexión real rara vez se fomenta a través de esos medios. Intenta llamar a un amigo para acordar un momento para conversar o enviar un correo electrónico a un familiar para preguntarle qué hay de nuevo en su vida.
Obviamente, no existe tal cosa como estar demasiado conectado con el Creador, pero prestando mucha atención a cómo usamos la tecnología, podemos conectarnos con otros con intención y conciencia.