DEFINICIÓN
La Kabbalah enseña que nuestra razón de ser en este mundo es ser como la Luz, transformar nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo en Deseo de Recibir para Compartir. Por lo tanto, el deseo es un regalo del Creador destinado a ayudarnos a revelar nuestro propósito; una vez que podamos reconocer que nuestro deseo es motivado por el egoísmo, podremos elegir transformarlo. Lo hacemos a través del llamado compartir transformador.
"El deseo es un regalo del Creador destinado a ayudarnos a revelar nuestro propósito"
El entendimiento general sobre compartir suele ser simplemente realizar buenas acciones. Sin embargo, en términos kabbalísticos, no es suficiente solo comportarse de manera generosa; tenemos que cambiar la naturaleza que está detrás de esas acciones. Estamos destinados a transformarnos y ser como la Luz, cuya naturaleza es dar de sí constantemente. Así pues, la Kabbalah nos dice que compartamos cuando es incómodo, no solo cuando se siente bien o porque es placentero. ¿Por qué? Porque ir contra nuestra necesidad física de gratificación inmediata nos hace avanzar hacia el crecimiento espiritual verdadero. Esto no significa necesariamente dejar de compartir cuando se siente bien hacerlo; solo significa que, por definición, compartir para transformar nuestra naturaleza es incómodo, como los dolores del crecimiento.
Nuestro cuerpo está hecho de Deseo de Recibir para Sí Mismo. Los principales intereses del cuerpo son, por ejemplo: comer, dormir y reproducirse. Por ende, el compartir transformador es opuesto al instinto corporal, va contra los instintos básicos de la naturaleza humana que forma parte por completo de la conciencia del cuerpo. Un buen ejemplo de esto es la generosidad de un padre hacia su hijo. Un padre trabaja duro o sacrifica su propia comodidad para proveer a su hijo; si bien esto es positivo, no es necesariamente un acto de compartir transformador. En nuestro ADN está integrado que cuidemos a nuestros hijos, hacerlo cumple con el deseo innato de un padre por cubrir las necesidades de su hijo y le da gratificación. Entonces, aunque sacrificarse por un hijo pueda ser difícil, no requiere de ningún cambio en la naturaleza de los padres y no necesariamente se considera compartir transformador en sí.
APLICACIÓN
Debido a que nuestra naturaleza es la del Deseo de Recibir para Sí Mismo, nuestro desafío es reconocerlo y resistirnos a él. Contribuir con una causa caritativa es una herramienta poderosa para practicar dicha resistencia; y hacerlo, contrario a lo que se cree, no significa solo dar dinero. Puede ser dar nuestro tiempo, decir palabras amables o motivadoras o poner a disposición nuestra casa, por ejemplo. Sin importar lo que sea, para que lo que damos sea transformador, debe ser muy difícil para nosotros. Necesitamos esforzarnos para dar de maneras muy incómodas, incluso cuando creemos que tenemos poco para dar; de hecho, los beneficios de dar pueden ser más grandes en esos casos porque nos dan la oportunidad de tener una conciencia de abundancia en lugar de una de carencia.
Mientras que con las causas caritativas solemos centrarnos en lo que obtiene quien recibe, la Kabbalah se centra en los efectos espirituales de quien da, y resalta que la caridad consiste tanto o más en lo que obtiene quien da que en lo que obtiene quien recibe. La razón es que cuando damos a los demás nos acercamos al Creador. Además, no importa la manera en la que compartamos, es esencial que lo mantengamos tan discreto y anónimo como sea posible. Nunca deberíamos compartir para obtener una recompensa o reconocimiento, porque hacerlo proviene del Deseo de Recibir para Sí Mismo y, por lo tanto, anula el propósito de compartir.
Cada vez que nos motivamos a realizar un acto de compartir transformador, eliminamos una capa más de nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo, nos acercamos un poco más a ser como la Luz y alcanzar la plenitud duradera que viene con ello.
SABIDURÍA PROFUNDA
En su Libro, El camino de la Kabbalah, Michael Berg escribe: “El verdadero compartir puede transformar el mundo por sí mismo. Esto no solo implica compartir objetos físicos, sino específicamente compartir sabiduría y la Luz del Creador”. La Kabbalah enseña que no estamos destinados solo a transformarnos; también somos responsables de la transformación del mundo. Tal y como dice el conocido adagio: todos estamos en el mismo barco, si uno se hunde, todos nos hundimos. Eso es así porque todos somos uno; todos formamos parte de la Vasija original que se dividió en piezas infinitas. Todo lo que existe en el plano físico forma parte de nosotros, y cuando nos transformamos no solo lo hacemos por nosotros mismos, sino por la transformación global. Por lo tanto, es muy poderoso que antes de hacer cualquier acción de compartir fijemos la intención de pedirle al Creador que la Luz que revelamos a través del compartir revele aún más Luz en el mundo.