Si pudieras borrar ciertas experiencias pasadas, ¿lo harías?
Si de verdad pudiéramos borrar nuestros dolores del pasado, ¿qué nos quedaría? Puede ser fácil pensar que seríamos más felices, estaríamos más presentes, quizá incluso nos sentiríamos más aceptables o impecables. Y tal vez lo estaríamos externamente… pero ¿quiénes seríamos por dentro?
Cada vez que emprendo este experimento mental, y lo suelo hacer a medida que nos acercamos a Rosh Hashaná, me acuerdo de esa dulce —aunque increíblemente tonta— comedia romántica de Drew Barrymore y Adam Sandler, Como si fuera la primera vez. Si no la has visto, la historia gira en torno al mujeriego personaje de Adam Sandler, Henry, que se enamora de Susie (Drew Barrymore), una mujer que tiene pérdida de memoria a corto plazo debido a un accidente automovilístico. Ella se despierta todas las mañanas con la mente completamente limpia. No recuerda sus experiencias dolorosas, pero tampoco tiene recuerdos de esta persona nueva que la ama profundamente.
En un intento por ayudar a adaptarse a una vida que incluye a alguien nuevo, todos los días aprende de dónde viene, por qué no recuerda nada de lo ocurrido antes de esa mañana, y cada día se aflige exactamente de la misma manera, como si fuera la primera vez.
Ahora bien, nosotros no estamos lidiando con algo así, pero a menudo nos sometemos a algo muy similar. Cuando no nos ocupamos de nuestro pasado o, por el contrario, nos identificamos demasiado con él, somos incapaces de crecer y evolucionar. Estamos atrapados en nuestro propio ciclo, ya sea reprimiendo algo que consideramos demasiado doloroso para afrontar o dejando que ese dolor devenga en victimismo y resentimiento. Conciliar nuestro pasado significa aceptarlo, perdonarlo y seguir adelante con la sabiduría que hemos adquirido.
Porque, sin nuestras experiencias pasadas y todo lo que nos trajo a nuestro momento actual, seríamos tan solo una versión menos auténtica de nosotros mismos. Nuestras luchas, errores y momentos difíciles son parte integral de nuestra evolución personal y sin ellos no podemos convertirnos en quienes estamos destinados a ser. Esto no es nada fácil o cómodo, sin embargo, hacer un inventario compasivo pero realista de nuestro pasado puede ser una de las cosas más sanadoras y transformadoras que hagamos por nosotros mismos.
Cuando miramos nuestras dificultades pasadas con curiosidad en lugar de condena, desbloqueamos la oportunidad de un crecimiento profundo y mucho más amor propio. Cada error y percance conlleva un aprendizaje. Al examinar dónde nos desviamos y comprender cómo podemos abordar las cosas de manera diferente en el futuro, nos abrimos a un proceso de refinamiento e integración. De pronto, nuestro error no es solo algo terrible que nos aflige, es una fuente de poder. En lugar de castigarnos por cada cosa mala que hemos hecho, podemos acopiar estos errores y utilizarlos como las herramientas que son: experiencias de aprendizaje que pueden convertirse en dones de sabiduría, empatía y compasión.
El arrepentimiento puede ser una fuerza poderosa, que suele consumir más de nuestro tiempo y energía de lo que nos gustaría admitir. Cuando nos obsesionamos con lo que podría haber sido o nos aferramos a nuestros errores del pasado, corremos el riesgo de perdernos la riqueza del presente. La manera en que narramos nuestro pasado pueden empoderarnos o bloquearnos. Si nos aferramos a narrativas autodestructivas, podríamos encontrarnos viviendo esas mismas historias una y otra vez, atrapados en un ciclo de arrepentimiento y repetición. Cuando nos enfrentamos a nuestro pasado con un corazón abierto, nos damos la oportunidad de reescribir nuestra historia. Se trata de encontrar el equilibrio entre honrar nuestras experiencias y elegir activamente no permitir que eclipsen nuestro presente o dicten nuestro futuro.
También hay una falsa creencia en torno al camino no elegido. Cuando nos arrepentimos, suena algo así como: “Si tan solo hubiera elegido esto en lugar de aquello”, ¡pero el camino no elegido podría haber sido igual de malo o peor!
La disonancia cognitiva, tal como la define el diccionario Merriam-Webster, es el conflicto psicológico resultante de creencias y actitudes incongruentes que se mantienen a la vez. Si no creemos que somos inherentemente dignos de ser amados, podemos alejar a alguien que nos ama profundamente y, al mismo tiempo, desear un vínculo amoroso. Si no creemos que somos capaces de tener éxito, sabotearemos cada oportunidad mientras oramos para que podamos tener un golpe de suerte. El problema es que estas creencias fueron creadas inconscientemente para protegernos del dolor y, la mayoría de nosotros, podemos identificar la experiencia dolorosa exacta que las generó. Cuando asumimos el desafío de enfrentar estos dolores y reescribir estas creencias, nuestra disonancia finalmente puede conciliarse y nuestros deseos pueden hacerse realidad.
Es normal sentir las punzadas del dolor cuando hacemos una retrospectiva de nuestro pasado. Todos tienen un recuerdo que desearían que desapareciera y cada individuo con vida puede nombrar al menos una experiencia que desearía no haber tenido nunca. Pero piensa en cómo te sientes cuando escuchas a un amigo o ser querido contar un recuerdo doloroso. No sientes vergüenza, ni lo estás juzgando o criticando. Estás escuchando con comprensión y una visión objetiva que te permite ver al ser humano detrás de todo, simplemente haciendo lo mejor que puede. Tú también eres así de humano.
Así que, la próxima vez que estés deseando rehacer las cosas, recuerda que tu pasado, con todo su dolor y desafíos, ha contribuido a la persona que eres hoy. Mira todo lo que te rodea, todo lo que has experimentado y creado. Y luego haz una lista de todas las cosas que todavía quieres hacer, sabiendo que tienes todo lo necesario para alcanzarlas; solo que es posible que debas tomarte un tiempo para convertir una inseguridad o un miedo en un nuevo activo de fuerza o resiliencia.
Al hacerlo, estarás mejor equipado para disfrutar del presente y dar forma a un futuro que refleje la versión más elevada de ti mismo. Es el mismísimo propósito de tu vida.