Imagina esto: un ciempiés andando con gracia por la pradera, sus numerosas patas moviéndose en perfecta armonía. Pero, de repente, se detiene cuando un pensamiento inesperado surge irrumpe su paz, frenando bruscamente: ¿Qué pata debería mover primero? Mientras trata de decidir, descubre que no se siente cómodo con que ninguna pata sea la primera. Cada intento resulta ser tan inútil como el anterior hasta que, finalmente, sus patas se convierten en una maraña de caos, y el ciempiés se pregunta si debe ser el peor ciempiés del mundo.
Este enigma se conoce como el dilema del ciempiés, un nombre derivado de un poema de 1881, y sirve como una metáfora humorística para el obstáculo que proviene de pensar demasiado. En especial por “sobrepensar” las cosas que nos salen de forma natural.
¿Qué es exactamente “sobrepensar”? El diccionario Merriam-Webster lo define como “pensar demasiado en algo: dedicar demasiado tiempo a pensar o analizar algo de una manera que resulta más perjudicial que útil”. Sin duda todos nos hemos encontrado en esa situación: una decisión o un paso de acción aparentemente sencillo se convierte rápidamente en un laberinto mental. Con el tiempo, nos roba la concentración, la productividad, el crecimiento, el sueño e incluso nuestra confianza.
Según un estudio reciente de la revista Forbes, un sorprendente 73 % de las personas de 25 a 35 años sobrepiensan de forma crónica, junto con el 52 % de las personas de 45 años o más. ¡Esa es una cohorte bastante extensa de ciempiés enredados! Comprender las diferentes formas en que sobrepensamos puede ayudarnos a recuperar el control de nuestra mente, y hay algunas formas en que este ciclo de pensamientos furtivos puede apoderarse de nuestra mente.
Rumiación: Una repetición obsesiva de eventos pasados, generalmente aquellos que involucran fallas o errores.
Hipervigilancia: Estar constantemente atentos a las amenazas o evaluar los peligros o riesgos.
Síndrome del impostor: Cuestionar constantemente tus habilidades cuando no hay evidencia real de incompetencia.
Preocupación generalizada: Imaginar cosas que podrían salir mal, la posibilidad de repetir errores o prepararse para los peores escenarios.
Muchos patrones de pensamiento limitantes podrían entrar en el grupo del sobrepensar, pero una cosa que todos tienen en común es que rara vez son precisos. Piensa de nuevo en el ciempiés en medio de su dilema: ha dejado de caminar porque está pensando demasiado en su capacidad para caminar. Eso es lo más tonto que puede haber, ¿no? ¿Qué pasaría si pudieras mirar tu propio sobrepensar con el mismo tipo de ligereza?
Sobrepensar no solo empaña nuestro juicio, sino que también puede afectar nuestra capacidad de disfrutar el momento presente. Cuanto más nos obsesionamos con nosotros mismos y con nuestras decisiones, más complejas se vuelven, llevándonos por un laberinto de incertidumbre y parálisis.
Entonces, ¿cómo podemos terminar de una vez con el sobrepensar?
Una palabra: simplicidad.
Acoge la belleza de la espontaneidad y recuerda que no todas las decisiones requieren una planificación meticulosa. La vida es una danza y, a veces, está bien no saber cada paso de antemano. Piensa en tus momentos más memorables. Deja que algunos aparezcan en tu mente ahora mismo. ¿Cuánto de eso fue planeado u organizado por ti? Mi estimación es que poco o nada.
Deshacernos de nuestras nociones preconcebidas y acoger la espontaneidad del presente nos saca del ciclo de sobrepensar y nos lleva a la magia de la vida. En lugar de obsesionarte con la decisión “perfecta”, disfruta de la alegría de lo inesperado. Para aquellos de ustedes que ya están sobrepensando en cómo dejar de sobrepensar, he aquí algunos consejos:
Respira y está presente en el momento. Tómate un momento para respirar profundamente y conectarte con el presente. La respiración consciente puede ayudar a calmar la tormenta de pensamientos que deambulan en tu mente. Incluso el simple hecho de decirte a ti mismo en voz alta: “Estoy sobrepensando en este momento” puede ayudarte a calmar tus pensamientos.
Fija expectativas realistas. Entiende que no todas las decisiones necesitan un análisis exhaustivo. Permítete la libertad de tomar decisiones sin exigir la perfección.
Acepta la imperfección. La vida es hermosamente imperfecta, y sus imperfecciones a menudo dan paso a las experiencias más estimulantes. Acepta los pequeños defectos e imperfecciones, sabiendo que añaden personalidad y singularidad a tu viaje y a ti.
¡Ríete de ti mismo! El humor es un poderoso antídoto contra el sobrepensar. Aprende a reírte de lo absurdo de los “momentos ciempiés” en tu vida.
Mientras transitamos por la desordenada e imponente danza de la vida, no nos dejemos atrapar por la red de nuestro propio dilema del ciempiés. Acoge la simplicidad, encuentra alegría y sentido en lo que no tiene guion, y permítete la libertad de disfrutar de la belleza del momento presente.