Cuando pensamos en el éxito, usualmente lo imaginamos como un trayecto lineal del punto A al punto B. Y si algo sale mal, es un percance desafortunado o un desvío que no debió ocurrir.
En realidad, el fracaso es una parte poderosa y necesaria de nuestro viaje espiritual. El universo no fue diseñado como un sistema libre de fallos. Nuestros errores proporcionan oportunidades increíbles para que aprendamos, crezcamos y alcancemos nuevas alturas. El fracaso no es un virus en el sistema, ¡es EL sistema!
He aquí tres razones por las que el fracaso es una parte vital de nuestro crecimiento espiritual:
1. El fracaso puede impulsar tu éxito futuro. La sabiduría de la Kabbalah enseña que hay chispas de Luz ocultas en los lugares más oscuros. Nuestro propósito en la vida es revelar esa Luz oculta, y la única manera de hacerlo es mediante el fracaso. Si estuviésemos destinados a vivir en un estado elevado todo el tiempo, nunca tendríamos acceso a los lugares oscuros donde existen esas chispas de Luz.
No solo podemos revelar esta Luz cuando fallamos, sino que, de hecho, podemos usar esa energía para abastecer nuestro éxito futuro de maneras que nunca podríamos imaginar. Al fracasar nos acercamos a las chispas de Luz que pueden impulsarnos hacia nuestra siguiente bendición. La próxima vez que falles, ten presente que estás obteniendo acceso a la poderosa energía que necesitas para el éxito de mañana.
2. Sin fracaso, no hay crecimiento. Las ocasiones en que fallamos en realidad son los momentos más poderosos de nuestra vida, cuando nuestra alma está más feliz. Eso puede sonar contradictorio, pero, si miras tu vida en retrospectiva, a menudo verás que los errores más grandes inspiraron los mayores cambios. Esa clase de crecimiento es exactamente lo que nuestra alma anhela.
El fracaso es un sistema de navegación que nos muestra dónde necesitamos concentrar nuestra atención. Nos muestra que todavía hay más trabajo por hacer del que pensábamos. Cada fracaso contiene una lección necesaria que nuestra alma debe aprender. Nunca podremos comprender o lograr algo en su totalidad salvo que primero hayamos fallado en ello.
Acoger cada fracaso es una lección necesaria. Si no estás fallando, no estás aprendiendo o creciendo.
3. Los fracasos no te hacen A TI un fracaso, ¡te hacen todavía mejor! El problema con el fracaso no es el error cometido, sino lo que ocurre cuando no aprendemos de este y nos consume.
Muchas personas se rinden cuando fracasan y comienzan a permitir que sus errores las definan. Incluso si aprenden de sus errores, podrían comenzar a verse a sí mismas como un fracaso. Hace falta una humildad gigantesca para aprender de nuestros errores sin sentir que nosotros somos un error. Si nos rendimos, pasamos por alto el propósito del fracaso.
El fracaso no es un indicador de quiénes somos. Nunca hay negatividad en fallar, salvo que nos mortifiquemos por ello. Reconoce con certeza que, incluso una milésima de segundo después de cometer el mayor error de tu vida, puedes convertirte en el ser más espiritual y elevado. Los fracasos nos hacen personas mejores, más fuertes y sabias si elegimos aprender de ellos.
El fracaso es una parte necesaria, hermosa y poderosa de nuestro trabajo espiritual. No es algo por lo cual desilusionarnos, ¡sino algo que en realidad puede convertirse en la parte más emocionante de nuestra vida! Presta atención a tus fallos, aprende de ellos, pero no permitas que te definan. Usa la energía de tus errores para impulsarte hacia el éxito.