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Programados para el bien

Monica Berg
Diciembre 27, 2018
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“El momento del cambio ya llegó. Y ustedes, mis queridos hijos, llevarán el estandarte hacia una sociedad libre de la contaminación y el desorden creados por cada generación adulta predecesora”. – Rav Berg

Recuerdo muy bien mis años adolescentes. Estaban ocurriendo muchas cosas internamente. Aunque tenía problemas para expresarme y lidiaba con entender quién era y lo que quería, también fue cuando descubrí la Kabbalah y comencé un método de estudio que alteraría todo el transcurso de mi vida. Viví mucho dolor en mi adolescencia, pero también encontré una profunda sanación.

Como madre de tres adolescentes, he tenido un asiento en primera fila para esta fase especial varias veces. Es una época de extremismos: de romper los límites, definir y redefinir el ser, y exploración radical. Voy a ser rotundamente sincera ahora (típico de mí): es constantemente desafiante. Quiero apoyar a mis hijos mientras experimentan con quiénes son y en quiénes se quieren convertir, pero también quiero orientarlos y protegerlos en estos experimentos.

“Lo que suele considerarse como fallos en el cerebro adolescente en realidad son regalos que ofrecen a los adolescentes un potencial significativo para el bien”.

Cuando mis hijos eran pequeños, una amiga observaba mi expresión de angustia mientras yo alimentaba a un bebé e intentaba calmar a otro, y me dijo: “Esto no es nada. Espera a que sean adolescentes. Se pone peor”. ¿Peor? Estaba con falta de sueño, tenía alucinaciones, estaba amamantando a Miriam, mientras cuidaba a Josh (de 1 año), a la vez que intentaba controlar a David, de 4 años y muy activo. En aquel entonces pensé: “¿En serio? ¡¿Cómo puede ser tan difícil?!”.

Ahora lo estoy viviendo. Soy madre de cuatro, tres de los cuales son adolescentes. (¿Sabías que los años adolescentes abarcan desde los 10 hasta los 24 años? ¡El fin no está cerca! Nadie habla de esto. Yo pensaba que eran desde los 13 hasta los 19 como máximo). Y sí, es duro ser madre de adolescentes. Pero de muchas maneras es más difícil para ellos. Sus cuerpos están cambiando rápidamente, lo que les hace sentirse como extraños en sus propia piel. Están buscando permanentemente maneras de afirmar su individualidad y diferenciarse de sus padres, mientras la presión por encajar está en su punto máximo. Además, su cerebro se está desarrollando rápidamente; nuestro cerebro sigue creciendo a lo largo de nuestra adolescencia, incluso después de los treinta. Con tantos cambios en su cuerpo y círculos sociales, no es de extrañar que el comportamiento típico adolescente sea visto como impulsivo, errante, acomplejado y exigente.

Dina Temple-Raston, corresponsal de National Public Radio, pasó más de un año entrevistando a adolescentes en un intento de entender mejor las decisiones drásticas (y a veces perjudiciales) que toman. Ella descubrió que las mismas cosas que motivan comportamientos extremos en los adolescentes (es decir, correr riesgos) son las mismas cualidades que los preparan para las acciones positivas. Algunos investigadores creen que estas tendencias se originan en la ínsula, la parte del cerebro que trabaja de más en los adolescentes.

Según Daniel Siegel, neurobiólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, “la ínsula estimula un área en la que se genera la percepción del ser, que está junto a un área de ‘otras’ percepciones. Estos son los patrones neurobiológicos de la empatía. Y asombrosamente, incluso la moral también es sopesada en un área adyacente. Así que en la medida que adquieres un sentido de lo que está pasando con alguien más y lo que está pasando contigo mismo, también tienes un sentido de ser parte del todo”.

“Los padres pueden aprender varias cosas de sus adolescentes activistas revolu- cionarios”.

Temple-Raston señala que esta hiperactividad en la ínsula hace que los adolescentes sientan empatía extrema, del tipo que motiva a los adolescentes a hablar en contra de las cosas que les parecen injustas o indebidas. Para los padres puede parecer exagerada la preocupación de la noche a la mañana de sus hijos por la crisis de los búhos americanos, por ejemplo. Pero si lo observamos desde otra perspectiva, es el tipo de comportamiento que puede desencadenar un cambio positivo en el mundo. Malala Yousafzai tenía tan solo 15 años cuando le dispararon por ser activista de la igualdad de género en la educación. Claudette Colvin, afroamericana, también tenía 15 años cuando resistió la segregación racial al rehusar salir de su asiento en un autobús de Montgomery; nueve meses antes de que Rosa Parks fuese arrestada por hacer lo mismo. Y Capri Everitt recorrió 80 países con su familia para recaudar dinero para niños huérfanos o abandonados cantando el himno nacional de cada país en sus idiomas correspondientes.

Temple-Raston dice: “Si pensamos al respecto, esto le cambia el enfoque a la idea de que la adolescencia es algo que solo hay que atravesar. La adolescencia es, de hecho, un proceso increíble que te convierte en un adulto más íntegro, más espiritualmente consciente y generoso si se maneja dicha adolescencia de la manera apropiada”. Lo que suelen considerarse fallos en el cerebro adolescente en realidad son regalos que ofrecen a los adolescentes un potencial significativo para el bien.

En resumen, los padres pueden aprender varias cosas de sus adolescentes activistas revolucionarios. Mi maestro y mentor, Rav Berg, solía decir que nuestros hijos serían sabios, fuertes y suficientemente valientes para crear el cambio que hemos estado anhelando. Lo que los adolescentes necesitan es nuestro apoyo y orientación gentil en la medida que defienden las causas que tocan su corazón. Un chico se niega a comer carne en una cena familiar. Otro comienza a reciclar desenfrenadamente, reprendiendo a cualquier miembro de la familia por su negligencia al tirar material reciclable en el cesto incorrecto. La igualdad, la justicia social, el activismo ambiental y las reformas en todo nivel les hablan a los adolescentes en un nivel muy profundo durante esta fase del desarrollo cerebral.

Si nos reímos y consideramos su “fanatismo” como una fase o un arrebato emocional, nos perdemos una oportunidad importante de reforzar su deseo natural de hacer el bien y crear un cambio duradero en el mundo. Ellos necesitan que nosotros validemos su deseo de expresarse, a fin de que crezcan para ser adultos que continúen siendo grandes canales de Luz para el mundo. Escucha a tus adolescentes, apóyalos, y quizá sean ellos los que te conduzcan a acciones más positivas.


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