La mayor parte del tiempo, los elogios se sienten bien. Tanto así que, cuando los recibimos, por lo general queremos más. Vivimos en una cultura que distingue a los individuos y los recompensa por lo que podrían considerarse logros excepcionales. Por ejemplo, existen tantas ceremonias de premiación en la industria del entretenimiento que ahora llamamos “temporada de premiaciones” al período de meses en los que se celebran estos eventos. Y debemos considerar los extremos a los que los atletas llegan para competir contra otros países en los Juegos Olímpicos. Así que no es de extrañar que a menudo deseemos reconocimiento cuando llevamos a cabo buenas acciones en el mundo.
El reconocimiento puede ser un estimulante poderoso, nos anima a continuar trabajando arduamente o a compartir de forma generosa con otras personas. Pero ¿qué ocurre cuando nuestras acciones pasan desapercibidas? ¿Nos sentiríamos igual de inspirados para esforzarnos por alcanzar la grandeza?
Los kabbalistas enseñan que la forma más elevada de caridad es dar de forma anónima, lo cual ocurre cuando la persona que da y quien recibe no se conocen mutuamente. Los problemas surgen cuando queremos compartir con otras personas pero también sentimos la necesidad de contarles a los demás acerca de nuestras acciones. Y en la actualidad resulta mucho más tentador hacerlo debido al auge de las redes sociales que hacen que sea sencillo compartir nuestros logros y buenas acciones de manera inmediata. Podemos compartir con el toque de un dedo la noticia acerca de la posición que obtuvimos en un maratón o del tiempo de voluntariado que ofrecimos en un hospital infantil. Y cuando lo hacemos, es común recibir comentarios positivos por parte de nuestros familiares y amigos más cercanos, al igual que de nuestros conocidos, amigos que no hemos visto en años y completos desconocidos. Sin embargo, ¿nuestros éxitos serían menos significativos si nadie se enterara de nuestras acciones?
Por supuesto que no. El Centro de Kabbalah nos enseña que la generosidad, el trabajo duro y los actos de bondad siempre valen la pena. Cada vez que ponemos las necesidades de otra persona por delante de las nuestras, traemos más Luz al mundo. Cada vez que ofrecemos nuestro tiempo, dinero o recursos para causas justas, traemos más Luz al mundo. Y cada vez que nos esforzamos por alcanzar la grandeza, traemos más Luz al mundo. Resiste la tentación de dar a conocer cuán bondadoso eres. Michael Berg dice: “Nunca esperes recompensa o reconocimiento por dar caridad. Si realmente sientes la necesidad de reconocimiento por tu apoyo, puedes obtener algo de satisfacción al saber que tu acción justa será reconocida tarde o temprano sin importar cuán oculta esté ahora”.
No hay nada de malo con respecto a las ceremonias de premiaciones o con reconocer los logros más significativos de las personas; sin embargo, el elogio puede ser una trampa cuando se convierte en la principal fuente de motivación para continuar llevando cabo un buen trabajo en el mundo. Michael Berg dice: “Sería ideal si pudiéramos evitar que aquellos que no están involucrados directamente sepan mucho acerca de nuestra vida espiritual —especialmente nuestras acciones generosas— ya que las buenas acciones anónimas revelan la mayor cantidad de Luz”.
Compartir es un acto poderoso, pero es más efectivo cuando lo hacemos en silencio y con humildad. Permítete a ti mismo sentirte bien de adentro hacia afuera cuando hayas trabajado arduamente o te hayas comportado sin egoísmo, en lugar de sentirte bien por lo que ocurre afuera y llenar tu interior. Las bendiciones vendrán a nosotros indiferentemente de que alguien sepa acerca de nuestras acciones positivas o no. Compartir vale la pena naturalmente, no porque te haga ganar elogios y reconocimiento, sino porque trae más Luz al mundo y a la vida de aquellos con quienes compartimos.