Cuando nuestra hija Abigail era pequeña, tenía problemas con la lectura. No hablo de los problemas comunes que tienen los niños de preescolar, como confundir las letras del alfabeto; me refiero a que de verdad tenía dificultades. No supimos sino hasta mucho tiempo después que esta dificultad tenía que ver con una diferencia de aprendizaje. Finalmente, dos años después, fue diagnosticada con dislexia.
Incluso antes de que comenzara a ponerse al día con sus compañeros, Abigail estaba mucho más adelantada en el plano de la comunicación. Es como dicen: nuestros obstáculos suelen fortalecer otras áreas. Cuando un arroyo se encuentra un obstáculo, pasa por otro camino con la misma o mayor fuerza. Así fue el caso de Abigail. Ella no podía leer, pero (¡cielos!) ¡vaya que podía hablar! De hecho, podía articular ideas con más claridad y elocuencia que la mayoría de las personas que conozco. Así que decidimos “escribir” sobre sus experiencias en su primer libro: El don de ser diferente (¡que saldrá a la venta el 18 de octubre!).
Abigail no quería sentir más vergüenza ni que los demás niños como ella se sintieran avergonzados. En lugar de ello, quería expresar la idea de que, a menudo, nuestros más grandes dones están ocultos en nuestras dificultades. En otras palabras: ¡nuestras diferencias pueden ser nuestros superpoderes!
Muchos personajes de la historia han canalizado sus diferencias en grandes logros. La artista Frida Kahlo, quien sufrió de poliomielitis en su infancia, tenía una espina bífida y otros problemas físicos. En parte debido a que su motricidad estaba restringida, acudió al arte como medio terapéutico de expresión. Se convirtió en una de las artistas más famosas de la era moderna. Stephen Hawking, uno de los físicos teóricos y astrofísicos más laureados de la historia, siguió desarrollando su mente y conocimiento científico a pesar de que su esclerosis lateral amiotrófica comprometía su condición física. Y el músico y famoso cantante de ópera Andrea Bocelli alcanzó la fama mundial a pesar de haber nacido parcialmente ciego (posteriormente fue legalmente ciego). Él podía sentir las teclas del piano y entendía los elementos espaciales de la música mejor de lo que podría haberlo hecho con una visión perfecta.
Considera los desafíos que tu (o tu hijo o alguien cercano) podías enfrentar debido a un aspecto distinto a la corriente general. Con demasiada frecuencia, equiparamos “diferente” a “peor”, ¡cuando en realidad suele ser lo contrario! Ya sea una diferencia de aprendizaje, una diferencia física u otra forma en la que hagas o veas las cosas de forma distinta, tu particularidad es parte de tu encanto. El mundo no necesita más modos predeterminados de ser; ¡el mundo necesita originalidad! Y no hay nadie que pueda hacer lo que tú haces exactamente de la misma manera.
Uno de los mensajes más poderosos de El don de ser diferente es que no tienes que saber leer o escribir para crear un libro. Abigail quizá no haya aprendido a leer con destreza sino hasta el tercer grado, pero sí tenía una voz y no temía usarla. Ella creía en sí misma y en su historia. ¡Ella es un ejemplo radiante de lo que se puede lograr si acogemos aquello que nos hace únicos y nos atrevemos a convertirlo en un superpoder!
Esta semana, trata de replantearte alguno de tus desafíos como una fortaleza; o considera cómo ese desafío podría redirigirte para desarrollar otras áreas de tu ser de formas distintas.
Y cuando Abigail publique su libro el 18 de octubre, te invitaré a la celebración; ¡mientras te recuerdo que sigas descubriendo y compartiendo tus hermosas diferencias con el mundo!
