Una mañana soleada mientras Rebeca se dirigía al trabajo en el autobús, escuchó una conversación frente a ella entre una pareja de extranjeros confundidos y el conductor del autobús. Rebeca entendía perfectamente el idioma en el que los extranjeros hablaban, era el idioma que había aprendido de sus padres cuando era niña. La oportunidad para intervenir y aclarar el malentendido se presentó sola, ella podía ayudar a la pareja a llegar a su destino.
Sin embargo, Rebeca no hizo nada. Se convenció a sí misma de que estaba sentada demasiado lejos como para intervenir. Además, probablemente los extranjeros solucionarían todo por su cuenta de todos modos. Así que no hizo nada.
Todos hemos visto a alguien buscando una moneda frente a la caja registradora, luchando con una puerta pesada o intentando recoger algo del piso mientras maniobra con otras cosas. ¿O cuántas veces hemos presenciado un malentendido que nosotros habríamos podido resolver? Cuando vemos que alguien está necesitado, ¿qué tan a menudo nos ofrecemos o hablamos para ayudar? Hay momentos en los que tenemos el poder para ayudar a otra persona; lamentablemente, muchos dejamos pasar estas oportunidades y escogemos permanecer ajenos a lo que sucede.
Momentos como este ocurren todo el tiempo. Los kabbalistas enseñan que esta es una forma de lashón hará, o habla maliciosa, que logra desconectarnos de la Luz como lo hacen el chisme malintencionado o las palabras malévolas. Pocos de nosotros nos damos cuenta de que escoger no decir nada positivo es tan malo como decir algo negativo.
Otras formas de habla maliciosa son más obvias. El chisme es claramente problemático ya que, lo que pareciera ser un comentario suave acerca de otro, puede tener resultados dañinos.
Los kabbalistas advierten que hablar mal de otra persona es peor que herirla físicamente, ya que nos podemos disculpar por lastimar a alguien, pero nunca podemos quitar los efectos de arruinar la reputación de otra persona. Hablar negativamente de uno mismo es algo que también debemos controlar. Las palabras negativas que dirigimos hacia nosotros mismos pueden ser el catalizador de un descenso hacia emociones negativas como baja autoestima, envidia y tristeza.
Lashón hará no sólo incluye las palabras que salen de nosotros, sino también las palabras que no lo hacen. La ocasión para ayudar a otra persona es realmente una oportunidad para que puedas cambiar tu naturaleza. A veces, todo lo que se necesita es una palabra amable de motivación. Otras veces, el papel que tenemos es grande cuando se trata de luchar contra la injusticia o las acciones egoístas de los demás. De cualquier modo, nuestra misión es actuar. Michael Berg dice: “Al decidir no hablar o actuar en favor de los demás, no sólo perdemos la oportunidad para ayudar, sino que disminuimos la Luz de nuestra propia alma”.
La trampa que nuestro ego coloca delante de nosotros es la noción de que las pequeñas acciones no tienen importancia. Todos estamos muy conscientes de cómo los grandes gestos pueden provocar una transformación positiva. La historia no nos permite olvidar personajes como Martin Luther King, Jr. o Susan B. Anthony. Pensamos que los pequeños gestos no son importantes y podemos olvidar fácilmente cuán importantes son los pequeños pasos para movernos hacia el cambio.
Nuestras palabras son importantes. Nuestras palabras son poderosas. Tienen el potencial para cambiar el curso de la vida de alguien y, ciertamente, tienen el poder de cambiar el mundo. Michael Berg dice: “Una de las cosas que hacen que el escoger no ayudar y lashón hará sean tan insidiosos es que las palabras en sí parecen cosas muy pequeñas y sin importancia”. Puede que ocasionalmente nos permitamos realizar acciones negativas pensando que sólo las grandes cosas son importantes; sin embargo, a veces son las pequeñas cosas las que importan más.
Rav Áshlag enseñó que la manera en la que nos vemos a nosotros mismos determina quiénes somos. Cuando vemos la chispa de Luz dentro de nosotros es más factible que la utilicemos, la compartamos y que permitamos que beneficie a otras personas. Todos tenemos el potencial para crear grandes cambios en el mundo, pero sólo podemos alcanzar milagros si tenemos certeza en que tenemos el poder de hacerlos. La inactividad nos aleja de la Luz del Creador. Nuestro trabajo entonces es compartir nuestra voz y nuestras acciones. Michael Berg dice: “Cada palabra que decimos importa, porque nosotros importamos”.