En el juego de la vida, somos tanto espectadores como jugadores, tanto ganadores como perdedores (¡aunque yo diría que incluso los “perdedores” también ganan de alguna manera!). La pregunta es: ¿de qué lado estamos? ¿Apoyamos genuinamente a nuestra mejor versión o, a veces, sacamos los pompones y animamos al equipo equivocado?
Pongámoslo así: ¿un jugador de fútbol americano correría a propósito el balón hacia la zona de anotación contraria? ¿Un golfista golpearía con decisión un tiro desde el césped hacia el foso de arena? ¡Desde luego que no! Entonces, ¿por qué nos hacemos esto a nosotros mismos?
Cada vez que decimos cosas como: “No soy bueno en eso”... “No soy creativo”... “No soy atlético”... “¿Mi carácter? Así es como soy”, estamos sumando puntos contra nosotros mismos. Porque cuando argumentamos a favor de nuestras limitaciones, les damos poder. Incluso les damos ánimo. Permitimos que nos definan y, al hacerlo, nos alejamos de manifestar nuestro mayor potencial. En lugar de ganar, abandonamos el juego durante el calentamiento, antes de que siquiera haya comenzado.
Entonces, ¿cómo dirigimos nuestro juego interno en la dirección correcta? Podemos empezar por entender mejor el origen de nuestras creencias limitantes. La mayoría de las veces, provienen de esas voces de la infancia que nos apartaron de nuestro ser puro y lleno de Luz, y nos llevaron a las habitaciones oscuras donde florecen los “no soy” y los “no puedo”. Sé de primera mano cómo los ecos de esos corredores pueden resonar durante años.
Escuché ese tipo de narrativa autodestructiva a lo largo de mi experiencia en la escuela media y secundaria: No soy un buena estudiante... Soy terrible en matemáticas (mi abusivo profesor de matemáticas se esforzó en convencerme de esto)... Soy una terrible oradora... y así sucesivamente. Y en casa, durante mis años de formación, existía el mensaje tácito de que los errores eran inaceptables y, más concretamente, inalterables. Solo después de años de trabajo me di cuenta de que los errores son, de hecho, ¡la parte MÁS importante para dominar cualquier cosa! Piénsalo: ¿cuántos tiros libres tuvo que fallar Michael Jordan para convertirse en Michael Jordan? Al parecer, probablemente no pasó demasiado tiempo argumentando sus limitaciones.
A veces argumentamos nuestras limitaciones para excusarnos de hacer el esfuerzo. Esto es un pensamiento basado en el miedo y equivale a un autosabotaje. Es mucho más fácil decir: “No puedo aprender un nuevo idioma” que hacer el esfuerzo de tomar un curso, luchar en el proceso y estudiar lo suficiente para llegar a dominarlo. Es más fácil afirmar “no soy atlético” desde las gradas que entrenar el cuerpo y la mente para el desafío. Pero ninguna creencia limitante puede quedarse en ti sin tu permiso. Como dice el escritor Richard Bach: “Argumenta tus limitaciones y ten por seguro que serán tuyas”.
La Kabbalah enseña que cada uno de nosotros subestima enormemente lo que somos y lo que podríamos ser. No importa cuánto tengamos o creamos que podemos lograr, nuestro potencial para el crecimiento, el éxito y la plenitud es exponencialmente mayor. Un ejemplo: en 2006, Mark Inglis, un alpinista neozelandés, escaló la cima del monte Everest después de una travesía de 40 días. Aunque tenía casi 50 años, creía que podía hacerlo y así lo hizo. Sin mencionar el hecho de que el Sr. Inglis, doblemente amputado, no tuviera piernas.
Cero limitaciones.
Muchos otros han tenido éxito contra todo pronóstico, porque se han negado a dar poder a sus limitaciones. Franklin D. Roosevelt ocupó cuatro mandatos después de quedar paralizado por la poliomielitis. J. K. Rowling estaba casi en bancarrota y había sufrido decenas de rechazos cuando finalmente publicó Harry Potter (¡que ahora es un imperio de más de 45.000 millones de dólares!). Como dijo Rav Berg: “La conciencia lo es todo”. Si lo creemos, podemos lograrlo. Es entonces cuando nos volvemos verdaderamente poderosos, cuando cambiamos lo limitante por lo ilimitado.
¿Qué creencia limitante te gustaría cambiar? Pregúntate:
· ¿De dónde viene esta creencia? (¿Es de la infancia? ¿Del miedo? ¿De la comparación con otros? ¿O de algún otro lugar?).
· ¿Esta creencia me hace avanzar hacia mis propios objetivos y potencial? ¿O me está impidiendo experimentar algo de lo que se beneficiaría mi mejor versión?
En lugar de considerar la memoria como un registro permanente, piensa en ella como algo más maleable, un lugar al que podemos volver en nuestra mente para “reescribir” nuestras narrativas internas. ¿Cómo? Declarando exactamente lo contrario de la creencia limitante, a la vez que añadimos la acción que ayudará a cocrear una nueva creencia. Así que en lugar de decir: “No tengo suficiente talento para actuar”, prueba con: “Soy un actor en ciernes... Tomaré ese taller y, con el tiempo, me uniré a una producción comunitaria”. Donde esté tu atención, tu vida te seguirá.
Por supuesto, a veces los pensamientos limitantes son saludables y están justificados. Por ejemplo, pensar: “No me quemaré si toco ese fuego” es un pensamiento que pide límites a gritos. O creer que deberías ser ascendido a presidente de una empresa después de una semana en un trabajo de oficina puede ser forzar demasiado el asunto de la “autocreencia positiva”.
La Kabbalah enseña que no podemos tener dos deseos o pensamientos que compitan entre sí y esperar que alguno de ellos se manifieste. He aprendido a cambiar esas viejas creencias autodestructivas por otras victoriosas. Por ejemplo, aunque no sea la próxima genio de las matemáticas, he aprendido algunos trucos para mantener mis cuentas en orden (¡tome eso, profesor Palzer!).
Así que la próxima vez que te encuentres tentado a argumentar a favor de una u otra limitación, recuerda a qué equipo estás apoyando. Porque, mira: las multitudes están clamando y hay mucho en juego, pero cuando crecemos hacia la Luz, podemos ganar el partido.