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Escapar de la esclavitud mental

Centro de Kabbalah
Febrero 3, 2016
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Cada porción semanal del Zóhar es una apertura cósmica, una ventana para que podamos acceder a fuerzas muy específicas que nos ayudarán o guiarán y ampliarán nuestro conocimiento de la vida y cómo vivirla a su máximo potencial.

La porción de esta semana, Mishpatim, habla acerca de los esclavos y lo que parecen ser las reglas de la esclavitud. ¿Por qué un esclavo necesitaría reglas?

Esta porción es una continuación de la porción de la semana pasada, en la cual nos presentaron los “Diez Mandamientos”, la revelación en el Monte Sinaí. Toda la conciencia humana estuvo presente para recibir las leyes cósmicas que gobernarían nuestra vida desde ese día hasta el fin de los tiempos. Ya sea que estemos conscientes de ello o no, esa revelación cósmica existe dentro de todos nosotros en lo profundo de nuestra conciencia y en nuestro ADN espiritual. Está grabada en nuestra alma.

Es algo de lo que nadie puede escapar ni esconderse.

Por lo tanto, estas leyes cósmicas nos rigen nos guste o no, o estemos conscientes de ello o no.

El primero de esos Diez Mandamientos es una declaración por parte del Creador en la cual dice: “Yo soy el Eterno tu Dios, quien te saco de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre”.

El Zóhar dice que el secreto de lo que se menciona aquí como esclavitud es, por supuesto, la atadura de nuestra propia alma dentro de nuestro cuerpo en este mundo.

¿Por qué esto es importante?

Si no entendemos al menos algunos de los principios que el Zóhar revela, es probable que para nosotros la vida no tenga sentido. Será difícil y casi imposible alcanzar la felicidad verdadera y crecer hasta alcanzar todo nuestro potencial.

Uno de los puntos clave del primer Mandamiento y el concepto de esclavitud del cual habla el Zóhar es cómo nos relacionamos entre nosotros. Nosotros somos esclavos.

Una de nuestras mayores formas de esclavitud es ser esclavos de otras personas. Ser un esclavo de la opinión de los demás. Ser esclavo de las expectativas que otras personas tienen de nosotros. Ser esclavo de los miedos y la preocupación. Ser esclavo del amor de otras personas. Ser esclavo de los sentimientos de culpa. Ser esclavo de nuestro pasado. Ser esclavo de nuestro entorno. Ser esclavo de nuestros placeres físicos y de los aspectos materiales de este mundo.

No es coincidencia que el segundo Mandamiento sea: “No tendrás dioses ajenos delante de Mí”.

¿Cuál es la conexión?

En el momento en el que aceptamos ser esclavos de alguien o de algo, como por ejemplo: de una emoción, en ese momento detenemos nuestro proceso. Entregamos nuestro poder a ese alguien o ese algo y permitimos que nos controle.

¡Y voilà! Hemos creado otro dios. ¡Bienvenido al mundo de la idolatría!

La ira es un buen ejemplo. La ira toma el mando y nosotros perdemos el control. El Zóhar dice que la ira es una de las peores formas de idolatría.

Por ello, lo que la Torá y los kabbalistas intentaban decirnos es que todo está conectado. El momento en el que accedemos (lo cual es una decisión que hacemos consciente o inconscientemente) y escogemos ser subyugados por otro poder, es como si recibiéramos nuestro sustento de esa fuente. Esa “persona” nos alimenta, no el Creador.

¿Cuál es el resultado? Nos sentimos infelices y vacíos, limitados y desconectados. Incluso si a corto plazo lo disfrutamos.

En algún momento tenemos que darnos cuenta de que nuestro trabajo en la vida es realmente sólo con el Creador, la fuente. Ese es nuestro único trabajo. Pero cometemos el error de dar mucho énfasis, energía e importancia a lo exterior: lo que otra persona dijo, cómo es posible que esa persona haya hecho esto… Desafortunadamente juzgamos la ilusión y perdemos toda nuestra energía. Gastamos demasiado tiempo pensando una y otra vez las cosas en lugar de llevar a cabo las acciones necesarias para seguir adelante.

Es como levantarse de la cama en la mañana cuando suena el despertador. La acción a realizar debería ser levantarse rápidamente.

Pero el momento en el que empezamos a reconsiderar si levantarnos o no, sumamos 30 minutos más al despertador y nos quedamos acostados pensando en todos los temas del mundo. Al hacer esto, perdemos la energía para salir de la cama, a hacer la acción que debemos llevar a cabo. Cuando gastamos mucho tiempo pensando, nos robamos a nosotros mismos la energía que debimos utilizar para hacer algo. En lugar de ello, nos ponemos a pensar, y esa energía se va al otro lado. Debemos recordar que este es llamado el mundo de la acción y nuestro trabajo es actuar, no sentarnos y pensar. Salvo que, por supuesto, estemos pensando en lo que deberíamos hacer. Ese tipo de pensamiento es válido.

Todo es un tipo de esclavitud que escogemos, y toda nuestra esclavitud está conectada.

Nuestra esclavitud a los miembros de nuestra familia, a nuestros amigos y socios de negocios, todos están conectados unos con otros. La forma más evidente de esclavitud es nuestras propias reacciones ante la vida. Obviamente, si estuviéramos en control de nosotros mismos y fuéramos los regentes de nuestro ser, nunca reaccionaríamos. Pero lamentablemente, en la mayoría de los casos carecemos de la fortaleza o la sabiduría para no ser robots esclavos.

Así que, ¿cómo comenzamos nuestra transformación para salir de la esclavitud hacia la libertad?

Esta es, por supuesto, toda la historia de Pésaj. Es de lo que se trata la mayor parte de nuestro trabajo espiritual. Asimismo, se nos dice que cada día debemos pensar y recordar que el Creador nos sacó de Egipto y de la servidumbre.

El objetivo en recordar esto al menos una vez cada día es ayudarnos a reactivar ese microchip en nuestra conciencia y comenzar a tomar decisiones conscientes en nuestras interacciones de la vida diaria.

Incluso si nos detenemos por un momento y preguntamos: “¿Quién está en control de mi mente en este momento?”, puede que nos sorprendamos.

La persona que parece tener más libertad es a veces el más grande de los esclavos. Quien dice “Quiero ser libre y hacer lo que deseo cuando lo deseo”, es simplemente un esclavo de su propio deseo y ego.

Aquel que es puesto en prisión o escoge un desafío difícil puede que tenga la mayor oportunidad de ser libre.

La libertad es una elección en la que decidimos cómo pensar con respecto a una situación en particular; escoger reaccionar o escoger conectar con el Creador en ese momento. Nadie tiene control sobre nuestra mente. Por ende, nuestra esclavitud es realmente una decisión que tomamos con base en nuestras intenciones ocultas; cómo algo nos conviene en cualquier medida. Es por ello que una de las claves más importantes para la libertad personal es la disposición a soltar. En el momento en el que tenemos certeza en que cualquier cosa que ocurra y sin importar su procedencia, la situación viene de parte del Creador y es lo mejor para nosotros, es allí cuando somos libres.

Esa certeza es una de las herramientas más poderosas en nuestra batalla personal contra las fuerzas oscuras que intentan mantenernos en la esclavitud.

La lectura de la Torá y la porción del Zóhar de esta semana tienen el poder para ayudarnos a liberarnos, liberar nuestra mente. Pero debemos recordar algo: si en realidad queremos ser personas libres (libres de las cadenas y limitaciones de este mundo y de otras personas) verdaderamente necesitamos desear estar sujetos al servicio de la Luz. Al servir a otras personas, estamos sirviendo al Creador.

Es una cosa o la otra.

Es nuestra decisión.


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