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Que se haga la Luz

Centro de Kabbalah
Septiembre 23, 2013
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Recuerda los momentos más felices y más alegres de tu vida. Puede que recuerdes el clima: la lluvia empapando tu cabello o el sol calentando tu espalda. Tu memoria sensorial comenzará a recordarte de la deliciosa cena que comiste o un aroma fragante. Pero, ¿puedes recordar cómo te sentiste? El amor que hizo que tu corazón se sintiera como si se te iba a salir del pecho, la felicidad que te envolvió como una manta, el sentimiento de seguridad y confianza que te tranquilizó. En realidad lo que sentiste fue la Luz del Creador. La Luz es lo que sentimos en los momentos más felices de nuestra vida: es amor, felicidad, confianza y belleza.

El libro de Génesis abre un nuevo capítulo, Bereshit, que cuenta la historia de la creación. En el primer día, Dios dijo: "Hágase la luz". Sin embargo, los portadores de la luz: el sol, la luna y las estrellas, no se hicieron sino el cuarto día. Los kabbalistas creen que la Luz que fue creada en el primer día de la creación no es la luz como la conocemos; era consciencia.

Según el Zóhar, la Luz estaba en todas partes. Era necesaria una vasija para contener esta Luz, para recibirla y compartirla, así que Dios "escondió" la Luz dentro de la naturaleza y dentro de nosotros. Nuestro propósito en esta vida es revelar Luz. Como Karen Berg explica: "Nuestro trabajo espiritual es revelar toda la Luz que originalmente fue puesta en nuestra Vasija y luego convertirnos en un faro de Luz para otros". En cada vida, nuestro trabajo es revelar la mayor cantidad posible de Luz para compartirla con otros y ayudarlos también a revelar Luz.

Esta no es una tarea fácil.

¿Cómo cumplimos el propósito de nuestra vida? ¿Cómo conseguimos revelar toda esa Luz oculta? ¿Cómo expandimos nuestra consciencia colectiva?

La respuesta es simple y al mismo tiempo desafiante: revelamos Luz al transformar nuestro deseo de recibir para nosotros mismos al deseo de recibir para compartir con otros. Para resumirlo, debemos compartir con un corazón bondadoso.

Al principio, uno pensaría que todo lo que debemos hacer son "buenas acciones". Y así vamos, como niños a los que les prometieron un premio si se portaban bien, diciendo "por favor" y "gracias", compartiendo nuestros "juguetes", y siendo amable con todos los que conocemos. Por supuesto, nunca deberíamos subestimar el poder de una palabra amable o los buenos modales. Sin embargo, revelar Luz al compartir requiere un cambio en la manera en la que vemos nuestra vida y nuestras relaciones con la gente que nos rodea; requiere consciencia.

Nuestro trabajo de revelar Luz es continuo. Cambiamos nuestra consciencia y crecemos, sólo para darnos cuenta de que hay más trabajo que hacer. Incluso las personas más conscientes entre nosotros se esfuerzan continuamente para realizar un trabajo espiritual más profundo todo el tiempo. Lo que mucha gente no ve es el hecho de que cada cambio sólo nos acerca a nuestro verdadero yo. En su libro El Secreto, Michael Berg dice: "Transformar quien eres no significa convertirte en algo fuera de tu naturaleza. Significa redescubrir tu verdadera naturaleza, quien realmente eres tú. La chispa del Creador ya está dentro de ti. Sólo debes airear esa llama a través de acciones positivas de bondad".

¿Recuerdas el sentimiento de amor y seguridad que experimentaste en los momentos más felices de tu vida, el sentimiento de la Luz? Imagina si cada persona con la que interactuaras, se quedara sintiendo un poco de esto. ¿Cuánto mayor sería la Luz en el mundo si nosotros no sólo compartiéramos nuestra Luz, sino que también ayudáramos a otros a conectar con la Luz que llevan dentro, y así revelar más?

Aunque la Luz puede revelarse de formas predecibles, como leer textos sagrados, orar, o rodearnos con naturaleza, también puede estar escondida en las situaciones más inesperadas y sorprendentes. Si enfrentas cada desafío con una intención clara de revelar más Luz, ninguna oportunidad se perderá.

"Mientras mayor sea la Luz y la bendición, más escondida debe estar". – Michael Berg

La Luz que fue revelada el primer día de la creación contenía amor, felicidad, confianza y belleza. Estaba escondida para que pudiéramos transformarnos en el proceso de encontrarla. "Cuando la redescubrimos", dice Michael Berg, "expresamos la chispa de santidad en nuestra alma, y en ese momento, alcanzamos el propósito de nuestra vida". Así que mientras continúes en tu camino, permite que se haga la Luz.

 


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