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El flujo de bendiciones

Centro de Kabbalah
Enero 27, 2014
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“El más elevado nivel de esfuerzo es el de la transformación para convertir el Deseo de recibir para sí mismo en Deseo de recibir con el propósito de compartir”. –Michael Berg.

El deseo es algo humano. Éste nos ayuda a sobrevivir, nos motiva a tener éxito, nos conecta con otros. El deseo mantiene a la raza humana en continuo movimiento.

Crecemos, nos transformamos y seguimos hacia adelante como resultado de nuestro deseo. Pero el deseo puede hacer tanto daño como puede hacer bien. La diferencia yace en el propósito de lo que queremos (¿deseamos para tener más o deseamos para dar más?). Todo se reduce a si nuestra intención es recibir o compartir.

Esa intención influye en el flujo de bendiciones que recibimos. Imagina a las bendiciones fluyendo a través de un grifo divino con la mano de Creador en la válvula. Nuestro deseo es la vasija hacia la cual fluyen las bendiciones. Cuando Deseamos recibir para compartir, nuestras vasijas son recipientes sin fondo que esperan el flujo y el Creador está feliz de llenarlas. Cuando nuestro Deseo de recibir es para nosotros únicamente, nuestras vasijas son poco profundas y cuando son llenadas, el flujo cesa.

Una historia del Segundo libro de Reyes relata que una mujer había llamado al profeta Elisha por ayuda. Su esposo, también profeta, acababa de morir recientemente. “Hemos quedado con tantas deudas” lloraba la mujer, “que uno de nuestros acreedores me ha amenazado con llevarse a mis hijos para venderlos como esclavos”.

Elías le preguntó: “¿Qué tienes en tu casa?"

Nada” respondió ella, “excepto un pequeño jarrón con aceite”.

Y así, el profeta le pidió que fuera a donde cada vecino y les pidiera prestado todas las tazas y recipientes que tuvieran disponibles. “Una vez que hayas reunido estas vasijas, tráelas a casa. Cierra las puertas tras de ti y tú y tus hijos podrán llenar cada recipiente con aceite. Simplemente verte el aceite de tu pequeño jarrón en cada recipiente”.

La viuda hizo exactamente lo que se le dijo. Con la ayuda de sus hijos, recolectó diferentes vasijas de sus vecinos. Cuando finalmente regresó a casa, cerró las puertas y comenzó a verter el aceite de su pequeño jarrón en cada una de las tazas, vasijas y jarrones y el aceite continuó vertiéndose. Vasija tras vasija, todas eran llenadas a partir del pequeño jarrón. Pero cuando ya no quedaban más recipientes, el aceite dejó de fluir. (Entonces pudo vender al aceite y pagar sus deudas).

El flujo de bendiciones y de abundancia funciona de la misma manera. Cuando deseas dar más de lo que tienes, el Creador se une y te alcanza a mitad del camino, asegurándose que tengas lo que deseas dar. Michael Berg dice: “Si deseas algo porque quieres compartir más de lo que recibes, entonces el flujo será interminable”.

Por el contrario, el Deseo de recibir para nosotros mismos limita las bendiciones que podemos recibir. Dicho deseo está motivado por el egoísmo. Nadie se beneficia de este tipo de deseo. El ego es el único recipiente. Cuando somos consumidos por el Deseo de recibir para sí mismo, nos volvemos más reactivos, impulsivos, egocéntricos y nos molestamos fácilmente. Con deseos poco profundos creamos vasijas poco profundas en las cuales recibir las bendiciones y la abundancia.

En el capítulo bíblico de Trumá, Dios les indicó a los israelitas que trajeran ofrendas al Tabernáculo. La palabra Trumá significa “caridad” u “ofrenda”. Este acto enfatiza la necesidad que debemos tener de dar desinteresadamente. Esa es la naturaleza de nuestro verdadero trabajo espiritual en este mundo, transformar nuestro Deseo de Recibir para sí mismo en Deseo de recibir para compartir. Mientras sea hecho desde el corazón, los actos de caridad, de amor y de bondad mantienen nuestras vasijas amplias, convirtiéndonos en canales a través de los cuales la Luz infinita puede fluir.


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